Un mercado cambiario distorsionado entre Venezuela y sus socios comerciales: Colombia y USA

Si el comercio internacional, reflejara en su balanza comercial, las inflaciones relativas a cada país, sería imposible exportar desde Venezuela hacia Colombia, nada absolutamente que no sea Petróleo y derivados del hierro y del aluminio. Significa esto que una empresa no tradicional en Venezuela tendría que superar un efecto neto de desventaja de costos de 152% (tomando como base Julio del año 1996) para ser competitiva frente a sus similares en Colombia. Esta es una de las consecuencias de un anclaje del tipo de cambio, en un país con una inflación muy superior a la media mundial. Las variaciones en la inflación de ambos países no compensadas con modificaciones de la tasa de cambio acumulan un diferencial de una vez y media a favor de Colombia.

Igualmente ocurre con el otro socio comercial de Venezuela: Estados Unidos. Tomando como base, la tasa de cambio (bolívares por dólar), bien sea de Julio del año 1994, o de Junio del año 1996, a la fecha del mes de Junio del 2009, la tasa de cambio debería estar entre 5,86 Bs / US $ (base 94) y 5,41 (base 96). Un analista externo, que no conociera a nuestro país, no comprendería como aún así se exporta alguno que otro producto no tradicional a Estados Unidos. El cómo se manufactura en Venezuela, está fuera del alcance de explicación teórica alguna, la hipótesis que resta es que el sistema de precios está tan distorsionado, que las etiquetas de precios en los bienes y servicios constituyen tan sólo una ficción, y que por supuesto existe un mercado subterráneo y desconocido donde opera un sistema paralelo que no deja rastro alguno.


El mismo ejercicio lo podemos efectuar en relación con nuestro hermano país, la conclusión la misma, estamos inmersos en una tremenda distorsión del sistema de precios relativos. Si el tipo de cambio de Venezuela se ajustara para reflejar los estados de inflación en Colombia y en nuestro país, con base en los precios del año 1994, debería ser 3,18 bolívares por peso, con base en los precios del año 1996, el nivel tendría que alcanzar 2,51 bolívares por peso. El Colombiano añora los sueldos venezolanos y el Venezolano los precios colombianos, ambos quisieran un sueldo de Venezuela y el precio de un automóvil de Colombia. No se puede esperar más de estos pueblos macondianos, por supuesto todo referido a una tasa de cambio de 2,15 bolívares por dólar.


En Venezuela, los expertos realizan muchos ejercicios, uno de ellos consiste en relacionar la liquidez monetaria ampliada con el nivel de reserva, otro seguir el comportamiento de los bonos soberanos, en ambos casos se les toma como referencia gerencial a la hora de estimar costos y precios cuando existe componente importado. Es una maraña de evaluaciones donde sólo al final, una vez cerrado el ciclo de producción, distribución y venta, es que se despeja la incertidumbre, que por supuesto introduce costos de transacción e ineficiencias. De este modo solo se puede sobrevivir en un ambiente inflacionario y de crecimiento de liquidez que permita cubrir los errores de predicción. Las tasas de cambio referenciales oscilan entre el nivel oficial de 2,15 bolívares por dólar, 6,04 bolívares por dólar, hasta 7,10 bolívares por dólar, al final en algún lugar estará. Nada que ver con la realidad de un empresario chileno donde montar una operación de comercio internacional, en comparación con nuestra travesía, es como salir a retirar efectivo de un cajero electrónico del banco de la esquina.



Somos tan volubles como el comportamiento de las reservas internacionales netas, mientras en Colombia se nota un comportamiento estable y creciente, en Venezuela es creciente con grandes fluctuaciones. Tan fácil como mandar a la pareja a la Conchinchina y luego plagar a la ciudad de grafitis pidiendo el regreso de la persona amada, tan fácil como escuchar a un candidato a elecciones decir que en tres meses lo resuelve todo, y sin dinero, y luego afirmar que su Institución está técnicamente cerrada, tan fácil como cerrar una frontera y obligar a dos pueblos a averiguárselas a pie y decir que somos hermanos del alma, apoltronado entre óleos de pintores famosos y pleno de comodidades, tan fácil como afirmar “como vaya viniendo vamos viendo”, tan fácil que nos hemos habituado a esperarlo todo del país y a no hacer nada por él. En Venezuela los responsables son los otros: “el imperio”, “Chávez”, “la pareja”, “el jefe”, “el trabajador”, “el capitalismo”, “el socialismo”, “Uribe”, “Insulza”, “la OEA”, nadie se responsabiliza de nada, y menos el Gobierno.

Todas estas circunstancias condicionan el éxito de propuestas empresariales en Venezuela. Organizaciones como FARMATODO, CHURROMANÍA, QUICK PRESS, son ejemplos emblemáticos, en ese país, del éxito de organizaciones fundadas esencialmente en intangibles: talento humano, innovación y capital de organizacional. Con un Estado tan regulador de la actividad económica la única manera de sobrevivir y ser exitoso está en la capacidad organizacional, más que en las posesiones de maquinarias, equipos y edificaciones. En esta área de empresas fundadas en crecimiento e innovación, Venezuela sólo es superada por México y Brasil en el desarrollo de franquicias[1] : 65 % de las 380 empresas establecidas en el país son venezolanas. Es más difícil la apropiación, expropiación y/o confiscación de posiciones intangibles que de tangibles.
Como lo hemos venido analizando y más adelante compartiremos, detallaremos los condicionantes del éxito competitivo bajo régimen de intervención extrema y de volatilidad económica. Venezuela es un buen laboratorio viviente para determinar esos condicionantes. El tipo de empresa ideal es la pequeña y mediana empresa familiar o no con una buena acta constitutiva, en un futuro próximo lo expondremos.


[1] http://www.franquiciashoy.com/article.cfm?id=960





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