El buen ciudadano, la racionalidad, la sensatez y los incentivos perversos.

Los actos de la vida económica no se corresponden plenamente con la realidad de un individuo racional, insensible a las creencias, a los impulsos, a los valores y a las costumbres. Tampoco con la imagen contraria de un ser fuera de sí, cuya actuación incontrolable raya en la insensatez. La paradójica realidad nos ofrece dilemas. Hace falta un nuevo relato que ponga al descubierto la tentación totalitaria que significa el populismo o la llamada democracia iliberal, cuyo arte de supervivencia reside en las facilidades de las cuales disponen los gobernantes para jugar con la ignorancia de la gente, en los límites entre la racionalidad y la insensatez. El populismo y la «iliberalidad» se alimentan de los impulsos sin conciencia de los individuos y les inducen a tomar decisiones contrarias a su bienestar. Es uno de los mecanismos anti frágiles de perpetuación autoritaria en el poder.

Un primer ejemplo, lo encontramos en la actuación de los gobiernos cuando no reparan en nada para hacer fallar las movilizaciones cívicas y legítimas de la gente,  incentivando contramarchas mediante el desvío de los recursos públicos repartiendo dádivas para llenar calles con la compra de conciencia. En el lado de enfrente, están los ciudadanos, cuya motivación no reside en el reparto de viáticos, regalos y recompensas pecuniarias, simplemente existe una razón cívica – política que se corresponde con el talante de la democracia. Es un teatro donde se pierden los escrúpulos para negar reiteradamente la realidad, con ardides propios de la mal llamada «viveza criolla».

Un segundo ejemplo, cómo decidir el uso de unas escasas ampollas de anestesia, entre pacientes en espera de cirugía y los que ingresan por emergencia, cómo elegir entre los variados pacientes todos en situación crítica. Tendrá el “Homo Economicus” una respuesta concluyente. Son los temas que el “economicismo” no puede abordar, para los cuales al menos debería tener una palabra. Definitivamente, no se trata de construir puentes, máquinas y de su mantenimiento, nos hemos topado con la complejidad. No se puede importar desde otras disciplinas, un modo de evaluar y actuar propio de la fabricación de objetos sujetos a merma. 2016-09-01 11.38.13

Un tercer ejemplo, cómo comprender que un gobierno transfiere al sector privado desde las actividades como agente recaudador de impuestos, las de formación y capacitación para el trabajo y las de salud pública descargando el financiamiento del gasto en las empresas, cuando son sus obligaciones constitucionales. Cómo comprender, que un gobierno evada su responsabilidad social, la traslade al sector privado y quiera arrogarse las actividades de ese sector como empresario. Pero, los males públicos generados por mal gobierno no aparecen de manera visible para el común de la gente.

Un cuarto ejemplo, se supone que un gobierno debe velar por la justicia distributiva, cómo explicar que se la pase decretando aumentos salariales, en un país donde el sector formal es una minoría, donde la mayoría de la gente pobre está fuera del disfrute de esos decretos. En pleno conocimiento de que los aumentos salariales, sin aumento de la producción de bienes y servicios solo alimenta la inflación. Pero la gente prefiere el engaño, pues como dice el proverbio prefiere un ahora «agarrando aunque sea fallo».

La superación de la crisis del país pasa por la revisión necesaria de tres líneas de acción:

Primera: la autonomía, la independencia y la legitimidad de los poderes públicos, como condición necesaria para hacer frente al conflicto de intereses entre los grupos de poder y los del interés general de la nación.

Segunda: la sujeción de la política pública a la evaluación previa de impacto regulatorio que, permita el establecimiento de mecanismos auto reguladores libres de incentivos perversos.

Tercera: el aseguramiento de reglas no discrecionales y de mecanismos auto reguladores de los equilibrios macroeconómicos para el aseguramiento de la estabilidad de las variables resultados: inflación, tasa de cambio, desempleo, tasas de interés y crecimiento económico.

La primera y la tercera líneas de acción son las más conocidas y debatidas en el país, la segunda es el tema relegado por el mundo político, por el mundo académico y por la propia gente. Son demasiadas las creencias, los paradigmas académicos y los aspectos de la cultura económica, comprometidos que dificultan tratar el tema. Hay mucho en juego.

Venezuela es una especie de “laboratorio” para la validación de aspectos fundamentales de la economía, como lo son los supuestos sobre la conducta humana de la teoría económica convencional. Esta reflexión es de importancia crucial para el futuro del país, porque la crisis que vive, va a necesitar una manera diferente de formulación de la política económica.

Dos aspectos que hacen difícil la atención del tema:

Primero: el supuesto de la racionalidad económica del ser humano, de la amoralidad y del hedonismo como explicación de su comportamiento. El individuo puede responder de manera incierta ajustando su comportamiento en un terreno lleno de opacidad entre la supuesta racionalidad y las creencias, valores y emociones. Las regulaciones pueden dar lugar a resultados contrarios a su espíritu, y peor, pueden crear alicientes para que el sujeto abandone su condición moral y se transforme en ese personaje egoísta y amoral de la economía convencional. Como lo insinúa Samuel Bowles: “unos buenos incentivos no sustituyen a los buenos ciudadanos” [1].

Segundo: la confusión heurística en creer que el mundo de la economía puede ser domesticado como el mundo de los objetos y de las máquinas. Mientras el mundo de la economía es una realidad compleja de interrelaciones dinámicas, precarias e inestables, el mundo de las máquinas está sujeto a relaciones causa efecto, es el llamado mundo de la ingeniería donde prevalece lo pragmático sobre la homeostasis de los sistemas. Tratar el mundo de la gente en sociedad, como una línea de montaje que procesa una plétora de recursos naturales, ha hecho paradójicamente a un país robusto y bien dotado, en uno de los más frágiles del  mundo.


[1] Samuel Bowles. “The Moral Economy”. iBooks. https://itun.es/us/awhqcb.l

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