La descomposición social y la necesidad prospectiva de sentido de propósito

Populismo y descomposición social

La crisis de la democracia en el mundo, se presenta en Venezuela de manera fragmentada, deformada y distorsionada, con mayor impacto y con menor capacidad de respuesta por parte de la sociedad, es una trama que refuerza la descomposición social.
Es fragmentada pues concurren hechos en los cuales hay una gran sucesión de incidencias críticas económicas, políticas y sociales, las cuales se transforman y despliegan a su vez en una variedad de eventos más pequeños aislados entre sí, con propiedades cambiantes y diferentes a las del evento original.

La inflación como mecanismo populista de descomposición social.

La inflación no afecta por igual a todos, es diferente según la capacidad de cada uno para transferirla a otros mediante un ajuste de sus ingresos, un empleado del sector educacional le es más difícil sobreponerse a los aumentos de precios que a una persona del sector informal cuyos ingresos cambian automáticamente cada vez que sus costos lo hacen. Es más fácil superar la inestabilidad para quien cobra en tiempo real o por anticipado que para aquel que debe esperar 45 o más días para hacerlo. No es la misma condición la de un funcionario público con poder discrecional y posesión de información privilegiada que la de otro que no los tiene.

La inseguridad como mecanismo populista de descomposición social.

De modo similar acontece con la inseguridad, una persona puede considerarse afectada en un momento y en otro ser beneficiaria de la misma, un delincuente sufre la violencia como cualquiera que deambula por las calles, pero saca más provecho de la inseguridad porque el desorden favorece la ejecución de sus fechorías. Son esas dualidades morales el terreno fértil para para la perpetuación del populismo. Un régimen populista puede promover la acción de masas que de manera espontánea se convierte en una fuerza represiva altamente efectiva que debilita emocional y materialmente a quienes poseen capacidad consciente de defensa de la democracia: la clase media. Se desvanecen las responsabilidades y se maximiza el impacto del mal público.

El contexto particular del caso venezolano

La racionalidad limitada

El venezolano actúa bajo condiciones de racionalidad limitada, sobre la base de relatos, dogmas, ideologías y teorías con diferentes niveles de conocimiento, discernimiento e intereses, todos esos componentes según las condiciones del entorno intercambian su importancia de manera impredecible. Ese contexto da lugar a una racionalidad “maximizadora” limitada en la toma de decisiones que, se acomoda según las circunstancias, con muchos errores de predicción y de elevado impacto en el conjunto social. Un rumor sobre un posible desabastecimiento de un producto, puede desencadenar una sucesión de decisiones de pequeño impacto por persona, pero de grandes consecuencias sobre el mercado, el que cada uno pase de comprar cuatro panes a ocho, quizás sea insignificante para una familia, pero será de gran impacto social si todas lo hacen masivamente.

Decisiones múltiples de bajo impacto individual y alto socialmente.

La manera como los componentes socioculturales se intercambian entre la gente, es decisiva para poder comprender los complejos problemas de incertidumbre a nivel individual, organizacional, nacional y mundial. Es la presunción de incertidumbre y no la evaluación de riesgos, lo que caracteriza la toma de decisiones. Bajo condiciones de incertidumbre, la interpretación que hacen los individuos del entorno se refleja en un aprendizaje que multiplica ineficiencias en el sistema. Estamos en presencia de una gran masa de excluidos con el poder del voto y con ventajas para el aprovechamiento natural del desorden, con un bagaje cultural y experiencias comunes diferentes a las de la clase media venezolana y, a su vez, diferente a las de las élites gobernantes que extraen renta de esa situación. Mientras no se realice un esfuerzo por comprender esa realidad, es difícil que tengamos éxito en el logro de un consenso sobre el país que queremos.

Precariedad del capital cultural y cognitivo.

Los modos de gobernabilidad populistas o “iliberales” se fortalecen cuando la clase media de un país pierde conciencia de la importancia de su liderazgo en el sostenimiento y mejoramiento de la democracia.

No hay confianza, ni un capital sociocultural y cognitivo uniforme entre la clase media y el resto de la sociedad que sirvan de contrapesos al poder de las élites gobernantes y tampoco organizaciones para su movilización efectiva. Es condición necesaria que existan partidos conscientes del tema, que puedan homologar, a nivel de racionalidad, esas aproximaciones socioculturales. Mientras no ocurra será difícil derrotar la demagogia y el populismo. Es una posibilidad que nuestros partidos en lugar de crear conciencia para sí, reproduzcan los males del populismo en su interior, ofreciendo imposibles como ha sido nuestra historia política. Es bien conocido en nuestros procesos electorales la promesa de una supuesta tarjeta de crédito para los pobres la cual se llamó «La negra» y más recientemente el ofrecimiento de una bonificación de 100$ para el personal de salud en Venezuela.

La clase media carece de conciencia para sí.

La clase media se parece en su forma, pero es escasa de cultura cívica y en espacios difusos comparte parte de la renta con las élites gobernantes. Es necesario crear un sentido de propósito, una aproximación prospectiva de país, es necesaria una hoja de ruta “consciente” sobre el qué hacer al día siguiente del final de la crisis, de manera simultánea con el día a día de acción y conjeturas sobre los actores en juego político y sus vaivenes emocionales con alzas y bajas anímicas, entre la postración y la esperanza.

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