¿Por qué retroceden los procesos supuestamente democratizadores en Argentina, Chile, Bolivia y Perú?

Por carecer de una propuesta real con sentido de propósito que atienda las demandas insatisfechas, primero, de los más vulnerables haciéndoles libres del sometimiento populista de las dádivas a través de su empoderamiento, y segundo, de los emprendedores que esperan un ambiente de política económica, libre de asfixia regulatoria y extracción de rentas, donde el éxito guarda relación con su capacidad frugal, anti frágil e innovadora de búsqueda de espacios donde la rivalidad pierde sentido. En definitiva, por continuar siendo populistas creyendo que no lo son.

Los regímenes autoritarios populistas-iliberales solo pueden perpetuarse mientras disfrutan de un aporte exógeno de recursos (petróleo como el caso Venezuela) o de una forma de financiamiento del déficit fiscal, mediante emisión irresponsable de dinero, de otra manera estarán forzados a la formulación y ejecución de una política económica que maximice las rentas tributarias. Solo una extrema incompetencia en materia económica puede explicar el desmantelamiento de un país como el ocurrido en Venezuela.

En Venezuela hace hecho mucho daño la ideologización del discurso -una somnolencia que atribuye todos los males a formas de gobierno que nunca han existido como el comunista o el socialista marxista fracasado en todas partes- y la falta de competencias en economía, la práctica de las políticas públicas ha sido una acumulación de errores, desde 1945 para hacerse inobjetables e implacablemente ruinosos a partir de 1999 con el Socialismo (estafa populista-iliberal) del siglo XXI. Siempre nos hemos remitido a los casos de Chile de Pinochet, de China de Deng Xiaoping y Vietnam del Doi Moi de Nguyen Tan Dung como países con gobernanza autoritaria, pero con política económica ajustada al saber económico. Para mayor claridad en nuestra tesis nos referiremos al caso de Bolivia que puede ser extensivo al ecuatoriano.

Bolivia desde el 2005 muestra un éxito económico incuestionable, ha sido el país latinoamericano con el mayor crecimiento del PIB, ha quintuplicado los salarios reales, las reservas pasaron de 700 millones de dólares a 20.000 millones de dólares, con lo cual ha compensado la caída de precios de las materias primas desde el 2014. Los bolivianos se ufanan de haber “desdolarizado” su economía, sin embargo, el férreo control sobre la emisión irresponsable de dinero, sobre la deuda externa y sobre el déficit fiscal constituyen en la práctica una “dolarización” pues es la moneda de reserva sobre la cual se sustenta todo el sistema. La gobernanza boliviana se ha caracterizado por poseer un dispositivo anti frágil macroeconómico que impide la extracción de rentas y facilita la acumulación de capital desde el uso de sus recursos naturales no renovables. Sus políticas microeconómicas han estado prácticamente libres de asfixia regulatoria económica.

Si el gasto sube cuando la actividad económica disminuye, la política fiscal es contra cíclica. En este escenario es posible que una política fiscal expansiva estimule la demanda agregada y suavice una caída de la actividad económica en una recesión. Por el contrario, si el gasto fiscal se mueve en la misma dirección de la actividad económica, la política fiscal es pro cíclica. En ese caso tiende a exacerbar las bonanzas y agravar las recesiones. Venezuela, Argentina y Nicaragua poseen atributos de lo peor de ambos mundos, Bolivia, Perú (aun en medio de un desorden político) y Vietnam son de manera correcta y dominante anti cíclicos.

La experiencia boliviana no permite concluir que la naturaleza pro cíclica o anti cíclica de la política económica haya sido la solución, pero los resultados son los propios de una estrategia anti cíclica, acumuló ahorros en reservas en sus épocas de bonanza que utilizó para aliviar sus momentos recesivos. Ecuador durante el gobierno de Correa, más o menos, hizo lo mismo con una «dolarización» que le impidió la práctica de la emisión irresponsable de dinero.

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