El desenfreno populista en América Latina

La evaluación de la gobernanza colombiana es paradójica, con los puntos positivos de una política de recepción bastante benévola para los emigrantes de nuestro atribulado país, que ha sido una excepción en relación con las reacciones bastante hostiles de otros países de la región y con una respuesta a la pandemia que se juzgó favorablemente a pesar de un dramático número de víctimas humanas; en Colombia, al igual que Perú y Chile, que han sido los países de Sudamérica con los mayores logros económicos y de innovación desde hace dos decenios, los electores se han inclinado por opciones claramente populistas.
Así como existe un retroceso político en países con éxito económico, en otros en condiciones de precariedad económica y social también se manifiesta entre los factores democráticos, al punto de que cualquier atisbo de recuperación económica es visto mediáticamente como propaganda política.

 

El éxito económico no ha permeado hacia la clase media en Latinoamérica, pues para adquirir una vivienda tendría sucesivamente que acumular la totalidad de sus ingresos promedios, en el sector formal, durante 21 años en Chile, 15 años en Ecuador, 22 años en Colombia, 25 años en Perú y 26 años en Venezuela. Si se trata de un vehículo en Chile habría que esperar 2 años, en Ecuador 4 años, 5 años en Colombia, 4 años en Perú y 15 años en Venezuela. Son unas de las tantas fuentes de la indignación de la gente que se siente excluida del progreso económico en esos países.

Uno de los orígenes de la indignación de las clases populares y medias del sector formal se encuentra en la incapacidad de acceder con sus ingresos a un nivel de bienestar que se encuentra muy por debajo de sus expectativas, al compararlas con la visibilidad mediática de quienes disfrutan más del progreso económico de sus países o de quienes guardan una relación privilegiada con el poder cuando se trata de países en condiciones de precariedad económica y social.

En Colombia, la derecha se acercó a las elecciones en una posición débil. Una fuerte impopularidad del presidente saliente que cambió en gran medida el panorama, en comparación con las elecciones anteriores. Por lo tanto, es el candidato de izquierda, Gustavo Petro, el principal líder de la oposición, quien se ha beneficiado de ese rechazo del gobierno y aparece levemente favorito, en la segunda vuelta, para las elecciones presidenciales.

El populismo del candidato Petro luce más estructurado que el de Hernández, en Venezuela como tendencia, la expresión de esa variante evoluciona hacia un estado comunal con economía de mercado o a un capitalismo comunal por conveniencia. Es lo que uno observa en el campo, en las pymes y en entre los pequeños comerciantes informales de zonas agrícolas y en las periferias urbanas.

Es el drama latinoamericano del cual no escapa nuestra nación: una profunda cultura populista, tanto de los factores democráticos como del autoritarismo, sin propuesta con sentido de propósito frente a la pobreza y la desigualdad. Mientras se siga la afanosa y destructiva canibalización entre opositores, buscando un mesías o el azar casuístico, no habrá un camino fácil.

En nuestra Venezuela, la modernidad democrática como proceso de reformas firmes y graduales no superó el breve decenio de evolución entre febrero de 1936 y octubre de 1945. Luego entre la aspiración de una gobernanza democrática “llave en mano” en la cual, de la noche al día, todas las aspiraciones sociales serían alcanzadas, se fue tejiendo lentamente y sin pausa, un populismo bien intencionado que fue derivando en una cultura de apropiación de la renta petrolera mediante la adscripción interesada a la política como emprendimiento.

El “sálvese quien pueda” está dejando fuera del juego al liderazgo opositor, estamos en presencia de un descarrío de la democracia. Hay que acercarse a la gente de la periferia urbana y rural para ver, sin cuentos de intermediarios mediáticos, que ellos sí están enterados de la retórica del gobierno y de nada sobre la oposición. Es difícil que una oposición de redes sociales pueda convencer con tan solo nombres de candidatos sin un mensaje alentador, factible, convincente para esos electores.

Son las razones por las cuales se perpetúa el autoritarismo donde existe y resurge sin aparente explicación en Colombia, Chile, México, Perú, … Son realidades de nuestros pueblos. Es la muestra del abandono de los electores, más allá de las ciudades de las redes mediáticas, como convidados de piedra en su pobreza. Gente que, en medio de adversidades, cuando algún éxito alcanza por su propio esfuerzo es también despreciada gratuitamente, además de sufrir las penalidades de un mal gobierno.

Mientras el destino nos alcanza, en esos lugares de la periferia hay una oposición emergiendo con su propia narrativa, visión compartida y enormes ganas de realización, más allá de la diatriba política e ideológica. Esta visión se evidencia entre quienes se plantean desafíos en sus espacios de transformación y creación de valor, como el de los agricultores cuando se fijan metas de aumento de la producción de arroz desde 240.000 TN (2021) a 400.000 TN este año y de la producción de maíz desde 850.000 TN a 1.000.000 TN para este año.

@fjcontre35

Etiquetas: Autoritarismo; Desigualdad; Exclusión social; Indignación social; Inmovilidad social; Populismo.

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