El dilema de los prisioneros en Venezuela: la opción de la reconciliación, la unidad y el cambio frente a la picardía política y el optimismo ingenuo

La enseñanza más importante del evento del primero de septiembre es el mandato de la gente, a todas las organizaciones políticas, sobre la necesidad de la reconciliación, de la unidad y de la voluntad de cambio, al interior de quienes desean el rescate de la democracia en el país.

El dilema de los prisioneros.

El dilema de los prisioneros, es una teoría económica, que forma parte de  la teoría de juegos, enunciada en 1950 por Albert W. Tucker [1] en Princeton. El dilema se refiere a una situación hipotética en la que dos jugadores tendrían interés en cooperar donde, en ausencia de comunicación entre los dos, cada jugador elegirá traicionar al otro. La razón es que, si uno coopera y el otro no lo hace, el cooperador resultará absolutamente perjudicado. Sin embargo, si ambos jugadores se traicionan su resultado será menos favorable que si los dos hubiesen decidido cooperar. La desconfianza y la ausencia de cooperación conduce a la pérdida mayor para ambos jugadores, sólo bajo el acuerdo será posible el éxito. La unión signó el éxito del 6 de diciembre y del 1 de septiembre, su ausencia nos deja en el limbo.

Políticos y partidos en Venezuela.

El régimen autocrático del socialismo del siglo XXI, en ausencia de unión de las fuerzas democráticas, goza de todas las ventajas para sostenerse y perpetuarse en el poder. El poder del autoritarismo se fundamenta en:

Primero, el control hegemónico de casi todos los poderes públicos.

Segundo, un marco regulatorio complejo, extenso, de rebuscada interpretación, donde pocas cosas o actividades escapan al control gubernamental.

Tercero, un único partido centralizado con una maquinaria obediente, disciplinada y ordenada sometida por un esquema de dádivas a través de misiones y otros procederes demagógicos.

Cuarto, una poderosa red mediática de canales de televisión, estaciones de radio y prensa nacional. Pocos medios gozan de independencia y autonomía frente al gobierno.

Las fuerzas democráticas de Venezuela si bien ganaron de manera aplastante las últimas elecciones se encuentran en una situación de precariedad política para ejercer sus funciones. Pero, ¿Cuál es su desafío más importante?, ¿Qué impide tener un Plan de Reformas Institucionales y Económicas?, ¿Por qué no ha existido una hoja de ruta de Resistencia Pacífica Activa?, ¿Qué podemos hacer para superar esas debilidades?.

Creemos que la razón es que existe una dispersión de esfuerzos, porque cada quien tiene una agenda propia la cual piensa es la mejor para el país y a la cual no está dispuesto a renunciar, porque cada quien en su ingenuo optimismo cree que, siguiendo sus propios intereses, puede llegar como primera opción, para llenar el espacio de un régimen que no necesita mucha ayuda para ser desplazado.

Si analizamos el comportamiento de los expertos, los actores sociales importantes, los políticos y los partidos en Venezuela, podríamos estar en presencia de una situación en la que las actitudes interesadas, que buscan el mayor provecho particular, conducen a un resultado desastroso para el fortalecimiento institucional del país, para los mismos particulares, para el político y para su partido. No creemos que haya inocencia en el comportamiento, es el tema del dilema de los prisioneros. Vamos a analizarlo a partir de una situación hipotética, en la que hay un camión en la vía (un régimen autoritario en apariencia al final de su existencia), al cual todos rebasaremos de manera ineluctable y un conjunto de vehículos rezagados (particulares, políticos y partidos representativos de una mayoría silenciosa), más ligeros y más veloces. Es en este contexto, ante la casi seguridad del adelantamiento del pesado vehículo, que la picardía podría promover no cooperar, (apartando el mutuo acuerdo), sino competir y tratar de dejar atrás el pesado camión y colocarse a la cabeza de la corrida, si ese comportamiento se generaliza, todos los pilotos (los políticos) y sus vehículos (los partidos), muy probablemente terminarán chocando entre sí y el pesado armatoste con todas sus fallas y lentitud, muy probablemente se eternice en la cabecera de la ruta.

Debemos tener el convencimiento y tomar conciencia de que en política los comportamientos fundados en la unión son los que convienen mejor a los intereses de una sociedad estable y pacífica. La crisis total que vive Venezuela tiene su fuente en el experimento del Socialismo del Siglo XXI, caracterizado por un falso manto de igualdad social, bajo el convencimiento de que el existe una lucha de clases, donde unos explotan al límite a otros, en un perverso sistema dominado por los comportamientos egoístas, de una clase social burguesa. Ese anacrónico modelo se traduce en la “guerra de unos contra otros”, donde la desconfianza gana cuerpo y devienen comportamientos cotidianos: el delito, la crueldad, las atrocidades, donde paulatinamente el otro va dejando de ser un ente social y pasa a ser un enemigo, aun cuando sea el propio compañero de infortunios, es el “sálvese quien pueda” donde el propio interés es el único comportamiento válido. Bajo el socialismo, la búsqueda equivocada de un hombre nuevo, mediante las estrategias de confrontación, conduce al desastre social. El logro de la restitución de la democracia dependerá de que se potencie la unión y no se incentive a los intereses particulares, es lo que desearíamos ahora cuando estamos en la encrucijada entre la ley de la selva y un mundo mejor.

La estrategia política.

Los comportamientos interesados son ingenuamente optimistas en el caso Venezuela, porque la superación de los males públicos que padecemos pasa por un acuerdo donde se privilegie de manera transparente un proyecto de país y no la promoción de agendas particulares para el aprovechamiento futuro de un mundo supuestamente mejor. Es necesario que asumamos responsablemente:

Primero, que los intereses particulares y los partidistas sean subsidiarios de un proyecto de país con poderes públicos independientes, autónomos y legítimos; en el caso del poder ejecutivo alternativo y no perpetuo en el tiempo.

Segundo, que las políticas económicas, reglas, providencias, reglamentos y leyes se simplifiquen y sean promulgadas toda vez que sujetos a evaluación de impacto no den lugar a comportamientos interesados, poder discrecional y asimetrías de información que sirvan a los intereses de particulares y de gobernantes en detrimento del espíritu de la norma, es decir de los intereses de la nación.

Tercero, que la política pública sea cuidadosa de no pervertir el buen comportamiento cívico cuando éste existe. Las dádivas, con propósito populista de los gobiernos autoritarios, pervierten el comportamiento cívico, cuando recrean en el individuo una cultura que desplaza su cotidiano buen comportamiento ciudadano por uno donde solo lo hace si recibe un pago a cambio.


Audio sobre el tema:

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[1]Sobre el autor: https://es.wikipedia.org/wiki/Albert_W._Tucker

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