La paz colombiana y la tragedia venezolana (tercera parte)

Cuando un pueblo tiene cultura legalista histórica, se comete un error mediático y emocional analizar la realidad colombiana con los mismos criterios con que se analiza la realidad venezolana. El elector colombiano decisivo se leyó las letras pequeñas de una estafa que arrojó al cesto de basura un importante acuerdo que debió cerrarse con éxito.

Los aspectos críticos que sentenciaron la victoria del “no”.

Primero, igual que en el caso del BREXIT, el impacto mediático y la indiferencia de quienes debieron votar por él “Si”. Indiferencia no solo porque dejaron de votar, sino porque permitieron que el Presidente Santos, hiciera lo que hizo, quizás en un afán personal por pasar a la historia. En pocas ocasiones las historias se repiten, pero nada está escrito sobre la arrogancia mediática de creer que es posible predecir o hacer pronósticos sobre el futuro;

Segundo, la firme decisión de quienes estaban en favor del “no”, donde si hubo claridad política, mensaje contundente y alineación estratégica. Hay que reevaluar las posiciones extremas de este movimiento, pues no hubo una contundente victoria. Si prevalece la sensatez, el resultado objetivo sería la búsqueda de un consenso amplio entre las partes, lo contrario sería colocar las instituciones colombianas en dificultades. Creemos que el peso de quienes están comprometidos en lograr un acuerdo, a nivel internacional (EEUU-UE), se hará sentir y las negociaciones continuarán;

Tercero, el “si” ganó donde se supone que, de acuerdo a los analistas, debió hacerlo el “no”, pues son zonas donde se encuentran las víctimas fundamentales de las FARC, resultó lo contrario. Es importante, pues son los quienes de verdad han soportado y cargan el peso de la guerra, pues viven en las zonas de conflicto, allí la guerra en sus efectos, hace palidecer, en crueldad, terror y exclusión, cualquier historia expuesta sobre el conflicto. Para ellos la paz es un asunto crucial y no tiene precio, pero Colombia hoy en día ya no es un país rural, es un país urbano;

Cuarto, las exageradas concesiones otorgadas a las FARC, como si fueran una burocracia gubernamental, en términos de Justicia Transicional, de privilegios políticos electorales, de financiamiento, de facilidades como organización política, de cesión de medios, les daba una condición de estado, dentro del estado.

Las negociaciones deben continuar, no puede haber paz con impunidad y tiene que haber una propuesta firme para empoderar a los excluidos, a los pobres, de lo contrario la escena está servida para que la transición de la carga ideológica del conflicto derive en algo peor, en una mezcla de intereses globales como los que hoy en día han fortalecido al ISIS, al narcotráfico, al negocio del terror como el más próspero del mundo de hoy. Hay que recordar los males del populismo, las dictaduras son producto del descontento que produce la exclusión mal atendida y la pobreza.

Para finalizar, la razón de nuestro titular “la tragedia venezolana”, lo fue porque cualquiera que fuera el resultado en Colombia, nuestra situación se compromete más, pues cada día aparece con mayor claridad que la real amenaza la constituyen las BACRIM (bandas criminales emergentes) y no las FARC, y su aliviadero natural es Venezuela por su debilidad institucional y por la manera tan desacertada como se conducen las fuerzas democráticas. Las fuerzas democráticas en nuestro país constituyen mayoría por descontento, pero hace falta esa condición de reconciliación, unidad y cambio que prevalezca más allá de las aspiraciones de quienes están al frente del direccionamiento político.

En Venezuela, las redes deben estar saturadas con la alegría del triunfo ajeno, están secuestradas por el pasado: creen que un proyecto con pies de barro llamado “el Socialismo del Siglo XXI” es un proyecto ideológico continental, siquiera lo es en Venezuela, es un proyecto que tuvo trascendencia mundial, mientras hubo abundante renta petrolera, ésta se agotó, solo le queda el populismo para sostenerse en el poder y como puntos de apoyo, nuestros propios errores, la precariedad institucional y la extracción de rentas de los negocios, de los ilícitos globales (de cualquier naturaleza que permita la imaginación). Es la tragedia venezolana depender de los resultados ajenos, mientras nuestra selección de fútbol no salga de esa racionalidad no pasaremos de cuartos de final de nada.

La democracia funciona y mejora a través de las normas, las cuales tienen que estar sujetas a principios de autonomía, independencia y legitimidad de los poderes públicos. Los mejores acuerdos se alcanzan por medio de la democracia y no a través de atajos sujetos al “fin lo justifican los medios”, la democracia es un modo de vida que mejora en el tiempo a partir de sus errores.

Un esquema de esperanza para nuestro país es la convocatoria amplia de un grupo promotor de la “Reconciliación, Unidad y Cambio” de la oposición:

tren

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