La descapitalización atroz de las familias bajo la escasez y la inflación extrema

Cuando estamos en presencia de una descapitalización se da un proceso de pérdida de valor de los recursos patrimoniales tangibles: infraestructura, vivienda, equipos y maquinarias. También, podemos plantearnos la idea de una descapitalización por pérdida de intangibles, es el caso del capital moral y social de los individuos o de las organizaciones. El problema mayor de estos eventos es que solo se hacen visibles cuando el agotamiento es terminal.

Un hogar en condiciones de estabilidad económica, en un país con instituciones que faciliten que las personas puedan valerse por sí mismas para decidir su existencia, es la aspiración de una nación con ciudadanos. Los sufrimientos del presente se subestiman porque el ser disfruta tanto de lo que produce en el presente como de lo que acumuló en el pasado. Vive de lo acaecido pues su vivienda, su vehículo, sus equipos, enseres, prendas de vestir, su salud, los cuales usufructúa en el presente, se produjeron con esfuerzos del pasado.

Una existencia responsable exige de la gente guardar un equilibrio entre el gasto, la adquisición de bienes duraderos y la disposición de un excedente para enfrentar las vicisitudes que, con el tiempo llegan cuando en lugar de producir sólo se consume. Bajo la crisis actual hemos perdido bienestar porque nuestro trabajo lo desvanece la inflación y la escasez, también, nos estamos descapitalizando porque lo que acumulamos en el pasado se pierde por desgaste, por obsolescencia, y no tenemos recursos para la reposición, ni para el mantenimiento. La vida social en estabilidad exalta las virtudes, cuando las condiciones se hacen extremas el crimen, la degradación, el envilecimiento y la violencia toman su lugar, es así que también se pierden valores que se acumularon en el pasado y que nos hacen mejores personas. Nos estamos descapitalizando espiritual y moralmente, al perder nuestros valores, nuestras tradiciones, nuestras creencias

La situación de extrema precariedad bajo la cual vive la gente hace que ellos pierdan la confianza en los demás y reduzcan su sentido pertenencia social. Donde hay responsabilidad social, sanciones sin impunidad ante lo mal hecho, existe confianza. Cuando prevalece el “sálvese quien pueda” estamos ante otra forma de descapitalización por pérdida de cultura cívica. La degradación moral de la gente se hace presente cuando el individuo asume que existe gracias a alguien, que forma parte de un tropel de incapaces que apenas respira gracias a otro, esto es la antítesis de lo que es ser ciudadano que se vale por sí mismo y que agradece al estado la sujeción a la ley y la justicia.

La fuerza del autoritarismo se apoya en el adormecimiento de las masas, haciéndoles sentir tan incompetentes que asumen como eventos milagrosos las miserias que los gobernantes les proporcionan. Las dictaduras aplican la estratagema de que el fin justifica los medios, es la promesa de una sociedad igualitaria sobre la cual sustentan cualquier tropelía, tortura, crimen y subyugación de la condición humana. Son las patentes de corso que los líderes del mundo conceden cuando hacen homilías a gente que jamás amó al prójimo, que todo lo contrario les arrebataron lo que dios le dio: el libre albedrío. Es penoso ver guías espirituales acongojados por la muerte de los tiranos y guardando silencio ante el atropello de los derechos humanos en otras latitudes. Es difícil asimilar la doble moral al exigir buen comportamiento de familia a los feligreses y ejemplificar con un personaje que es muestra de todo lo contrario.

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Si desea información sobre el qué hacer en situaciones de descapitalización, ofrecemos el siguiente escrito: Emprendedores y familias frente al caos económico

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