La insólita crisis de azar inducida socialmente en medio de la abundancia

Los acontecimientos

El rechazo a la contrastación cuando se trata de verdades experimentales y a la adopción de un protocolo normativo cuando se trata de verdades deliberativas constituyen un obstáculo para la Ciencia Económica en momentos de tantos cambios transcendentales. Es como si en el campo de la física, la ley de la gravedad perdiera validez y los científicos continuaran interpretando los fenómenos de su disciplina como si nada hubiera pasado.

Los cambios en la gobernanza del mundo son profundos e inciertos, la disrupción tecnológica en curso constituye la antesala de una nueva geopolítica compartida cuyas reglas de formación se espera que tengan un desenlace hacia el 2049. Territorios y fronteras están viviendo una transformación en la dinámica de aprendizaje y en la manera como se toman decisiones que son estructuralmente diferentes a cualquiera conocida en la historia. La economía política al recrear estilos, dogmas y herramientas eficientes para la interpretación de fenómenos económicos sujetos a leyes de comportamiento del pasado es la mejor vía para cometer errores en la comprensión de los acontecimientos del presente.

El advenimiento de la inteligencia artificial, la BigData, la bioingeniería y la mundialización comunicacional han permitido la saturación de información de toda naturaleza, el uso intensivo, extenso e intencional de falacias, infundios, provocaciones y el aprovechamiento de los sesgos del conocimiento. Es un contexto que privilegia a la fuerza y a los impulsos de las emociones sobre la sensatez, y todo lo que privilegia esos eventos, propaga y perpetúa el estado actual de crisis.

Se sigue pensando en grandes autores y en expertos de arraigo mediático como formadores de opiniones y de criterios para dirimir conjeturas como si la resolución de todo respondiera a la revelación de un maestro infalible, universal y todopoderoso.

Mientras el destino nos alcanza con todas sus imperfecciones, las cajas CLAP continúan llegando precariamente a destino entre las clases populares, la dolarización perversa se extiende y profundiza, se deja a otros la negociación de nuestro futuro para bien o para mal. Sin embargo, a pesar de todo, hay gente y organizaciones que prosperan sin ningún vínculo con el poder, sea económico o político.

La insólita crisis de azar inducida socialmente en medio de la abundancia

La crisis de Venezuela poco tiene que ver con carencias materiales, catástrofes climáticas, escasez de recursos naturales o financieros. Es un azar inducido desde todas las esferas de la acción social: gobierno, actores políticos (civiles, políticos, religiosos), academia y sociedad, es un estado de rechazo casi absoluto hacia lo que caracteriza a la civilidad: las negociaciones y los acuerdos.

Ante una severa depresión económica, entre una inflación galopante y un estado latente de hiperinflación, hay que reformular variados escenarios a lo largo de cada día sobre el comportamiento de los mercados cambiario y de consumo de bienes y servicios. Los errores de predicción son significativos debido a la gran incertidumbre estructural (no es solo un asunto del momento) y a la ejecución de políticas económicas inconsistentes, contradictorias y cambiantes por parte de las autoridades económicas.

No hay manera de auscultar el propio desenvolvimiento del presente y las necesarias conjeturas sobre el futuro próximo para que el analista mejore la calidad de sus decisiones. En este momento la incertidumbre es mayor por la insuficiencia de medios de pago (sean bolívares o divisas), por el colapso del sistema de intermediación bancaria, por la precariedad de los servicios de comunicación y por el deterioro de la infraestructura física y de los servicios públicos del país.

El mercado de bienes y servicios, de materias primas, de insumos, de partes y piezas corrige su desequilibrio con una mayor caída de la actividad económica que con ajustes de precios al alza. Puede que exista oferta, pero no los medios de pagos necesarios para comprar. Es un estado convulso y complejo con destrucción de valor económico. La realidad se muestra compleja e irreductible, las variables económicas interactúan y modifican sus roles de causalidad (como si en el terreno de la salud el resfriado y la fiebre intercambiaran su sentido causa-efecto en espacio y tiempo real).

En los medios con influencia sobre el liderazgo político existe la presunción de que no es posible alcanzar los cambios necesarios para llevar una vida mejor, pues ante cualquier propuesta que se formula, siempre aparece el argumento de la ausencia de las condiciones necesarias para los acuerdos entre adversarios, de modo que se transforma el fin deseado de más y mejor democracia en un medio. Si al autoritarismo en ejercicio de poder, caracterizado por la ausencia de contrapesos políticos institucionales, le añadimos el planteamiento errado de los “influencers” partidarios de condiciones utópicas para iniciar procesos que involucren acuerdos con el poder, podemos concluir que nos encontramos en un callejón sin salida. Si esa percepción se hace dominante y la mayoría se alinea con ella, aun siendo falsa, se transformará en profecía autocumplida.

No es una aleatoriedad “natural” como la que rige en eventos meteorológicos, es una de peor condición recreada desde la propia acción reguladora de las autoridades económicas y por la intensificación de la crisis política entre los factores democráticos. De este modo se explica como un reclamo justo exigiendo condiciones políticas previas para cualquier participación en conversaciones, elecciones, …, y la renuencia del gobierno dan origen a una alineación entre el deseo del poder instituido de desanimar la participación de sus adversarios y el de los factores democráticos en no asistir a ningún evento con el inevitable resultado del fortalecimiento del régimen.

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