Fragilidad deliberativa de los factores democráticos en Venezuela (IV parte)

Los escenarios: lo que vendrá está con nosotros

Si se impone la relativización de la verdad

Si no escuchamos la voz interior lo más apegada a la exploración certera de la realidad, con tanteos y evidencias sobre su falibilidad, ensayos interminables como la vida misma, unas veces acertados y otras no, asentados en una mejor «razonabilidad» de las decisiones, estaremos en las fronteras de la involución, los signos de una escena como esa se expresan de la siguiente manera:

  1. Pérdida de confianza mundial con la imposibilidad de acuerdos globales que obliguen a un emparejamiento de la globalización económica y tecnológica con la vida en sociedad.
  2. Regreso del espíritu nacionalista y a sus secuelas como el apartheid, la segregación, la xenofobia y otras pestilencias sociales.
  3. Retroceso de las reglas de deliberación para delimitar el alcance de las hipótesis de verdades no sujetas a experimentación y en aumento del sesgo inducido por poder de pocos sobre la ciencia en el caso de las verdades sujetas a experimentación.
  4. Repliegue de la transparencia en la generación de información útil y pertinente para la vida ciudadana.

Si esos cuatro signos se asientan y se aceptan como parte inevitable de la existencia nos esperan tiempos de barbarie y autoritarismo extremos. Es una escena con serias dificultades para que el individuo pueda formarse juicios certeros sobre la cotidianidad de la vida, en ese mundo “iliberal” cualquier cosa que pase por el imaginario de los autócratas será la verdad por imposición o por aceptación emocional de la gente.

Si se impone un escenario de cultura deliberativa sobre la realidad

Lo que vendrá está entre nosotros al escuchar la voz interior más apegada a la exploración certera de la realidad, con tanteos y evidencias sobre su falibilidad, ensayos interminables como la vida misma, unas veces acertados y otras no, asentados en una mejor «razonabilidad» de las decisiones. Estaremos en las fronteras de un mundo mejor, con el menor desorden de los inevitables desajustes ambientales que recrea la actividad humana y una gobernanza global más respetuosa y en armonía con la diversidad cultural humana. 

Los signos de una escena como esa se expresan de la siguiente manera:

  1. Recuperación de la confianza mundial con acuerdos en la comunidad internacional que obliguen a un emparejamiento de la globalización económica y tecnológica con la vida en una sociedad comunidad internacional justa.
  2. Impulso de las reglas de deliberación democrática para limitar el alcance de la manipulación, para la contención de la relativización de la verdad, para promover el control del sesgo inducido por poder de pocos sobre el saber.
  3. El seguimiento abierto y global de los riesgos ambientales, sanitarios y alimentarios de manera que los eventos amenazantes extremos producto de la actividad humana no se repitan.
  4. Propulsión de la transparencia en la generación de información útil y pertinente para la vida ciudadana, compromiso político para la suspensión de la manipulación de los impulsos humanos y acuerdos para la creación de una cultura de tolerancia y respeto al otro.

Si esos tres signos se asientan y se aceptan como parte inevitable de la existencia, nos esperan tiempos de un desarrollo humano jamás imaginado. Es una escena con todas las facilidades para que la gente pueda formarse juicios certeros sobre la cotidianidad de la vida, en ese mundo ninguna cosa que pase por el imaginario será la verdad por imposición o por sometimiento emocional de la gente.

Las demandas sociales insatisfechas de la gente sin distingos de clase, posición, riqueza e ideología como condición de origen del populismo-iliberal

La amenaza que se cierne sobre la democracia occidental no procede de su exterior como producto de una ideología nacionalsocialista, marxista o fascista. La parte visible de esa conflictividad en el mundo solo muestra como singularidad un descontento local y socializado presente en diversos lugares sin una coordinación entre si, en principio sin aspiraciones de poder, son descontentos cuyas demandas de trato igual han sido desatendidas en la evolución de la democracia occidental.

En la actualidad, se hace muy difícil para los factores democráticos auténticos deshacerse de los contenidos populistas-iliberales, pero hacerlo es su obligación cívica si los acompaña un deseo sincero de búsqueda prospectiva de una democracia diferente y mejor. Es una situación compleja de bajo desgaste reflexivo que favorece al simplismo lógico fundamentado en referentes atávicos de las amenazas fallidas del pasado a la democracia, tomados ahora como argumentación falaz caracterizada por ataques a la persona: “eres comunista”, “eres socialista”, “eres fascista”, “eres populista”, “eres cualquier cosa”, “eres globalista”, “eres imperialista”, eres poco menos que gente: eres merecedor de la exclusión política y de la destrucción moral.

Es una nueva cultura cuyo contagio se muestra como distorsión deliberada de la realidad desde el resentimiento y la ira de modo que resulta fácil el desacomodo consciente del contexto y transformar lo que se debe validar o refutar como verdad en si misma.

Los signos principales de la presencia populista-iliberal son los siguientes:
1 La erosión de la confianza institucional en todo y hacia todo: detrás de todo hay un complot y unas elites que manejan el mundo desde la obscuridad.2 La relativización de la verdad: está ausente la más mínima presentación de evidencia concluyente o terminal, lo importante es la denuncia mediáticamente atractiva para las masas.
3 La destrucción de los criterios de demarcación del lenguaje: no existe espacio para la búsqueda del consenso y su debida consideración dialógica, gente que no piense igual no existe.

En resumen, la amenaza a la democracia occidental proviene de su interior por las demandas sociales insatisfechas de la gente, no importando su condición ideológica, de clase o posición económico social. El populismo-iliberal no es producto de una mente trastornada que llega al poder, de la simple demagogia, de un complot, de una conspiración, es un proceso que la disrupción tecnológica comunicacional ha facilitado.

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