La episteme de la esperanza objetiva en países con fragilidad institucional: la actitud activa bajo la incertidumbre

“La esperanza” como categoría posee una connotación espiritual como un estado de convencimiento en el cual lo que deseamos nos parece accesible. En este sentido, la esperanza presume un sentimiento  positivo hacia aquello que es agradable y se corresponde con nuestros sueños. En consecuencia, la esperanza sirve de cimiento moral como contrapeso del desaliento para no perder el sosiego ni desviar el foco de aquello que se anhela aprehender. De allí que la esperanza es el sustento venturoso de nuestras aspiraciones.

Hemos ido a la evocación de una supuesta “objetividad” de la esperanza para distinguirla  de su acepción ligera como algo etéreo que consiste en dejarlo todo a la espera divina o a la intervención de una fuerza externa como si fuese posible alcanzar nuestros fines sin esfuerzo ni intervención propia. Es la espera activa, paciente y perseverante fundada en la acción. Las acciones corresponden al momento y la visión positiva, retadora y posible a los alicientes del futuro de un elevado sentido de propósito.

Hay que ejercer la libertad interior de juicio, para ser coherentes no se debe dar igual importancia a un suceso cualquiera como más probable que un evento cierto o menos probable que un evento imposible. Guardar la consistencia sobre la base de consideraciones subjetivas y cualitativas es posible bajo incertidumbre juzgando sobre las desigualdades entre los hechos y no sobre las probabilidades de algo que corresponde al futuro. Entre todas las opciones que posee una persona unas tendrán más importancia, unas serán imposibles, otras ciertas, unas las creerá imposibles cuando no lo son y otras las creerá posibles cuando no lo son. Es mejor este ejercicio que pasarse la vida esperando milagros.  

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