Por una auténtica democracia deliberativa, frente al desorden de la vida política del país

Al populismo autoritario no se le puede superar oponiéndole más populismo sino con más y mejor deliberación democrática fundada en la esperanza objetiva de una narrativa alternativa de país. Es la movilización social para alcanzar un lugar sin indiferencia social y sin imposiciones a la singularidad de cada uno en su sana aspiración realizadora.

Venezuela es un raro país donde muchos rechazan, a partir de sus convicciones, cultura o creencias, al comunismo, o al socialismo, o al capitalismo, o al fascismo y en realidad son populistas sin darse cuenta. El debate político en Venezuela está dominado por un enfrentamiento, en varios ámbitos, entre el gobierno y la oposición; en la misma oposición, entre populistas radicales de derecha y populistas con claro perfil socialdemócrata; y al interior del gobierno, entre populistas radicales de izquierda y populistas de derecha (“boliburguesía”). Hay una mayoría silenciosa y postrada que se siente impotente ante ese discurso pleno de falsedades, sin autenticidad y lejano de sus sufrimientos.

El acceso generalizado y masivo de información a través de las redes sociales ha sido el aliciente para la duda sistemática sobre la veracidad de los hechos y ha sido decisivo en la toma de decisiones sobre la base de las emociones y no sobre el sentido común esclarecido. Al mismo tiempo se ha hecho presente una cultura de separación de los vínculos sociales y presenciales en todos los aspectos de la vida, sustituyéndolos por imágenes que pueden manipularse y filtrarse como representación real por una creada a gusto de cada uno. Es una manera de vivir que converge con los principios del populismo.

Las variantes de esa cultura política se caracterizan por:

  1. La desconfianza hacia las instituciones y hacia todos los que no compartan su pensamiento;
  2. La ausencia de una propuesta claramente definida de superación de las ineficiencias del mercado mediante la eliminación de la emisión irresponsable de dinero, de la asfixia regulatoria, del poder discrecional y del control de información privilegiada en favor de quienes gobiernan y sus aliados de ocasión;
  3. El rechazo a la deliberación democrática y a los acuerdos entre adversarios. Es un discurso político donde se considera que quienes no pertenecen a su proyecto son enemigos y no contendientes con los cuales hay que transar sobre intereses generales y sobre la singularidad de cada uno como individuo;
  4. El aprovechamiento de la sensibilidad emocional del ser humano, característica de estos tiempos mediante el ataque a la persona y la distorsión deliberada de la realidad. Es más fácil lograr adhesiones a partir del rechazo que hacerlo desde el acuerdo y desde el trabajo de consciencia con la gente, para su auténtica realización.

Es necesaria una búsqueda de acuerdos con claros criterios de demarcación que trasciendan al populismo, mientras perduren las condiciones antedichas, continuarán y se ampliarán los mercados negros que han conducido a la “mercantilización” de todo en este país, desde la justicia, la seguridad, la ignorancia, la formación de la opinión pública, …. Hasta ahora es un ejercicio de poder asentado en la extracción de rentas lo que ha dominado en la nación desde mediados de los setenta. La idea de una propuesta diferente y mejor como país tiene que ser el factor clave de éxito diferenciador de los factores democráticos y tiene que prevalecer como alternativa esclarecida. Hay que superar el enfoque político reactivo a partir de la queja ante un mal gobierno en ejercicio y de la defensa incondicional de nuestra propia gente cuando malversan o son poco transparentes en el uso de los recursos que administran.

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