La guerra de los “influencers” en Venezuela


La economía moderna está más orientada hacia lo cuántico que hacia el determinismo. Todo el discurso sobre las sanciones, apartando insultos e infundios, cuando es sosegado, está pleno de falacias y ruidos cognitivos. Por falacias en la medida que se insiste en aspectos que no vienen al caso pues la primera propuesta solo se redujo a los aspectos económicos de las sanciones. No significa ello que se niegue la existencia e importancia de otros dominios de las mismas que les son complementarios, mostrados en una segunda propuesta (68). El ataque, porque ha sido un ataque, se ha fundado en supuestos lobbys, complots de los proponentes y no tienen una sola evidencia de ello.

Hay ruido cognitivo porque se apela a las emociones que instigan, a partir de cualquier evento, sin peso de evidencia, la cólera social como lo son la permanente referencia a la existencia de bodegones, boato y excesos que son insignificantes ante el abastecimiento, producción agrícola y manufacturera. Reconociendo que aún cualquier indicador socioeconómico revela a Venezuela entre lo peor del mundo, desde hace tres años ha mejorado de manera continua la condición de abastecimiento y de producción agrícola.

La democracia no necesita muletas asentadas en la distorsión deliberada de la realidad. La democracia no es condición necesaria para el éxito económico, ni tampoco el éxito económico requiere del autoritarismo. Cuando se introduce el tema del desarrollo económico y se asume una posición liberal, el discurso pierde sentido pues no conduce al acuerdo, es una trampa llena de tantos juicios de valor que poco sirve para aclarar alguna aproximación de bienestar, cada uno posee una interpretación válida como la de cualquier otro. Son enfoques supuestamente holísticos que satisfacen egos e insatisfacciones, pero que eluden lo fundamental: el pensamiento reflexivo.

Hay pequeñas cosas con gran impacto no mecanicista sino probabilístico en términos de resultados que siempre serán inciertos, pero con procesos superiores como deriva institucional. Los procesos pueden ser influidos no los resultados. Ejemplo la contención de la hiperinflación que es el peor de los «impuestos» regresivos en contra de los más vulnerables, esta contención se logró con una parcial reducción de la emisión irresponsable de dinero y una «dolarización» imperfecta.

El nuevo recurso de la guerra de influencias está en auge en esta primera guerra de la mundialización (invasión de Ucrania) y se extiende hasta en los foros de amigos y familiares en las redes sociales de estos tiempos disruptivos, es un entorno de mercantilización desregulada y robo del tiempo del pensamiento reflexivo. «Influencer» un anglicismo que expresa la manera de seducir mediante la exposición de las bondades de lo que se comunica. Cuando se falla en ese objetivo, se pasa a una segunda fase que consiste en la erosión de la confianza, que existe en las propuestas diferentes, mediante falacias del razonamiento, sesgos y ruidos cognitivos para cambiar el cómo siente y piensa la gente, porque como se piensa y se siente así se actúa.

Si a pesar de todo no se obtienen resultados y se poseen excedentes de recursos financieros queda el uso de la creencia remunerada como modelo para el secuestro de la mente, en este enfoque se suma a la desestabilización de la erosión de la confianza, la originalidad de una combinación sin precedentes entre una imponente ganancia financiera inesperada y las creencias, sirviendo el primero en parte para financiar el segundo. La creencia remunerada como máxima aspiración de un «influencer» es su rating mediático, pues en un mundo mercantilizado es una fuente de retornos envidiable con poco desgaste energético y material, pues se alimenta de los impulsos básicos de la ira social. Es más fácil destruir una narrativa con sentido de propósito que crearla.

¿Qué tienen en común los «radical kissers» (seguidores de ruptura política sin narrativa), el «simplismo lógico» de las redes venezolanas y la «ausencia de pensamiento reflexivo»? Les une el ejercicio intenso de seducir, de convencer, en una estrategia que pretende conquistar mentes. La influencia, y ya no el poder, es la nueva clave para descifrar el juego político en un entorno de grandes excedentes de tiempo inútil. Podemos denunciar estas estrategias de influencia como tantas manipulaciones inaceptables, señalar con el dedo a sus patrocinadores, especialmente cuando practican el fastidio y la intimidación. Pero se han convertido en la norma vivencial en las redes.

La erosión de la confianza en la democracia se despliega mediante una estrategia discursiva que sitúa a los procesos políticos fuera del alcance del conocimiento, de la evidencia empírica y de la ética. Es un teatro de la acción política en la cual la confrontación de pruebas refutatorias pasa al olvido interesado siendo sustituida por la habilidad discursiva de la persona para la tergiversación deliberada de la realidad y para cautivar a la gente a partir de lo desea como verdad y no la verdad en sí misma.

En nuestro medio domina una retórica aparentemente favorable a las más avanzadas y recientes innovaciones, pero persiste el interés oculto de mantener el statu quo, sea perpetuándose en el poder o alcanzarlo para no hacer nada, esta estrategia se fundamenta en la desconfianza sin propuesta. Uno de los modos de mostrar amplitud consiste en el uso extenso de falacias que permiten, en un aparente diálogo participativo, la legitimación de lo existente para no transformar ni cambiar nada. Es la forma de manipulación que consiste en replicar información tendenciosa y darle justificación arguyendo que es necesario enriquecer el discurso con opiniones contrarias para crear sospecha sobre el saber reflexivo y sobre los criterios bajo los cuales se le refuta o valida.

Se debe tomar conciencia de las diversas formas de presentar argumentos falaces pues en la diatriba destructiva prevalece el convencimiento del auditórium más allá del bien o del mal y no las reglas de una búsqueda fundada en la razón y la refutación de hipótesis. Cómo mínimo se debería, cuando la búsqueda del consenso es prioridad, establecer las reglas lingüísticas que aseguren el dialogo lo más libre de razonamientos falaces.

Hemos revisado obras, como la de Nicholas Capalti y la de Juan Manuel Comesaña, sobre la teoría de la argumentación, para ofrecerle al lector una guía que le permita eludir la amenaza de ser víctima de falacias y refrendar acciones que socavan la confianza cívica y el despliegue de más y mejor democracia. Ofrecemos dos presentaciones una de Eduardo Harada sobre las ideas de J M Comesaña y otra preparada por nosotros sobre N Capaldi.

En la obra de Capalti nos encontramos ante una visión en la cual se debe tomar conciencia de las diversas formas de presentar argumentos falaces y desarrollar estrategias de debate para un uso más elaborado de las mismas. Se pudiera concluir que en los debates prevalece a la a larga no las reglas de una búsqueda fundada en la razón y la refutación de hipótesis, sino el convencimiento del auditórium más allá del bien o del mal.

Sin embargo, algunos autores señalan que hay razonamientos sólidos que por sus premisas pueden ser inaceptables y otros que pudiendo ser falaces pueden ser valiosos en determinados contextos. Este nivel de reflexión es el que se encuentra en la obra de Comesaña.

Listado previo de acuerdos y reglas como primera línea de resguardo ante el manipulador:

1. Tratar los temas de discusión uno a uno.

2. Rebatir las objeciones con argumentos.

3. Afirmar lo que se puede probar.

4. Distinguir las premisas de las conclusiones.

5. Limitar expresiones emotivas o sensibles.

6. Lograr credibilidad.

7. Tolerar, escuchar al otro.

8. Solicitar, exponer y ofrecer razones y criterios de demarcación.

9. Reconocer las falacias;

10. Confortar, refutar y contra argumentar;

11. Mostrar sensibilidad al contexto.

¿Qué hacer en esta era «posfactual» de la posverdad cuando la sensatez está arrinconada por la banalización y la pérdida de verosimilitud del conocimiento?

El proceso sostenimiento de la democracia hace necesario recuperar la credibilidad en la palabra y la confianza social; hay que sobreponerse a la propuesta populista-iliberal cuya fortaleza deriva del discurso mediático fundado en falacias y manipulaciones, que hoy en día conceptualizamos bajo los neologismos «posfactualidad» y «posverdad».

Es una hoja de ruta difícil, ya que estos momentos prevalece la inmediatez, la pereza social y la comunicación «lacónica» y «telegráfica» como prácticas de uso cotidiano, son las nuevas culturas que erosionan la crítica necesaria para mejorar la condición humana, en las cuales se ausentan la consistencia de lo que se enuncia y la debida presentación de evidencias en apoyo de los argumentos.

La deontología profesional, cuando se trata de juicios de valor admisibles, ha desaparecido y carece de la debida exposición de criterios sobre los cuales se formula la opinión y su alcance. La comunicación se ha transformado en propaganda política, en medio para la manipulación, en herramienta de catarsis social, que en lugar de servir a al mejor entendimiento entre la gente.

La cultura de la «posfactualidad» y la «posverdad» en la gobernanza pública contribuye con la perpetuación y propagación del populismo autoritario, difundiendo masivamente información falsa, distrayendo la sociedad de la sensatez y de las virtudes cívicas. En la gobernanza privada y en las relaciones entre la gente socava la confianza, genera costos de transacción y erosiona la eficiencia social.

Como contribución al esclarecimiento del problema de la demagogia política hemos creado una aplicación en modo de prueba para discernir sobre las falacias que distorsionan la correcta argumentación. Su propósito es servir de medio para evitar la manipulación de esta época donde los impulsos de las emociones prevalecen sobre la sensatez.

Enlace para la descarga de este documento: La guerra de los «influencers»

Referencias:

La defensa de los valores democráticos frente a la manipulación en las redes sociales (I parte)

La defensa de los valores democráticos: cómo evitar la manipulación (II parte)

La cultura populista, la liberación del tiempo cerebral y la adulteración del pensamiento

Frédéric Charillon. La conquête des esprits, nouvelle arme sur la scène internationale, Odile jacob, janvier 2022, 15, rue Soufflot, 75005 paris

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