La esperanza objetiva de la agricultura venezolana

El sistema económico actual mantiene la atención en lo que podemos contar (ingresos, ganancia, empleo, …) más que en lo que más valoramos (la salud y educación de nuestros hijos, la calidad del aire que respiramos, la compensación justa, etc.). Las empresas y los inversionistas tienden a asignar recursos financieros y humanos para lograr los mayores rendimientos financieros posibles, e incluso algunos emprendedores lo consideran una bonificación en lugar de un requisito cuando también se logra el impacto social. El gasto de los recursos en la integración justa de los agricultores en la cadena de suministro, la capacitación de mujeres y minorías; y la protección y el fortalecimiento del medio ambiente son una cultura y no pueden solo relegarse a la responsabilidad social corporativa o la filantropía.

Los acontecimientos recientes muestran los signos de una inminente dificultad alimentaria, Rusia, Ucrania y los alrededores del Mar Negro han sido un granero estratégico desde la antigüedad, una de las cuencas originales de la agricultura… La invasión de Ucrania iniciada por Rusia en febrero de 2022 y que probablemente perdure, está dejando sentir sus efectos, que se suman a los del cambio climático, a los deletéreos de la pandemia y al impacto en el comercio internacional. Sin mencionar que las familias diezmadas se encuentran en el teatro y en la escena, quizás sean más numerosos los recipiendarios del sufrimiento en otros lugares del mundo. Los impactos agrícolas serán algunos inmediatos y locales y otros duraderos y globales. Los aumentos de los precios de las materias primas y de los fertilizantes ya se han hecho presentes. El precio del petróleo se multiplicó por cuatro en dos años, el del gas por diez en el mismo período, el del trigo por dos y medio. Los precios de las materias primas se disparan a una velocidad récord y el mundo se encuentra una vez más a merced de sus grandes oscilaciones. Necesitamos con urgencia apartarnos algo de la diatriba política porque la economía también importa.


El cambio climático, el primer conflicto mundializado, la depredación mediática del tiempo libre de reflexión, el encarecimiento logístico del tráfico marítimo y los cambios en el patrón de consumo constituyen un entorno adverso para el suministro adecuado de alimentos de origen animal y vegetal. Nuestro país va a depender de las capacidades anti frágiles de su sector agro-pastoril las cuales, haciendo frente a la desidia gubernamental, a la distorsión deliberada de la realidad en las redes y a la falta de apoyo de los factores democráticos, han podido alcanzar tres años de crecimiento de la producción.

Si se quiere cambiar, aunque sea una pequeña parte de nuestra existencia hay que aprender a usar mejor lo que los mercados pueden hacer, mientras se les mantiene en su lugar. Es una precaria homeóstasis entre el mercado como un dispositivo de escucha de lo que la gente valora y lo que puede pagar. Todos los seres humanos merecen acceso a una educación asequible y de calidad, a la electricidad, a la atención primaria de la salud, a un nivel mínimo de servicios públicos y similares, entonces necesitamos modelos financieros que aseguren ese acceso al bienestar.

Las inversiones de capital son un medio para resolver problemas, no un fin. En otras palabras, el fin o propósito del dinero no es simplemente ganar más dinero, sino crear algo de valor. El relativo éxito agrícola de estos últimos tres años, en medio de la adversidad de un país sin una gobernanza visionaria, ha sido producto del espíritu emprendedor de una gente que ha asumido al capital de manera paciente no sujeto al afán de lucro mercantil en corto plazo.

Son agricultores que se ven a sí mismos no como insumos, sino como seres humanos dignos, cuyos largos meses de trabajo producen alimentos de manera diaria para alegría de los venezolanos sin que éstos se den cuenta. Se necesitó el coraje y la creatividad del inconformismo para crear emprendimientos, fundados en la innovación frugal, no en la maximización de rentas en lo inmediato. Es la persistencia alimentada por la creencia de que la confianza, la empatía y la responsabilidad mutua son los cimientos de sociedades saludables.

El proceso comienza centrándose primero en el propósito; considerando a todas las partes interesadas; usando el tipo correcto de capital; contratando talentos competentes y alineados con los valores; y midiendo lo que importa, no solo lo que se puede contar. Es la presencia cívica de quien elige el tipo de economía y sociedad en la que habita en el propio lugar donde se desempeña con lo que tiene a su alcance. Podemos seguir jugando con reglas cansadas que funcionan solo para unos pocos, a expensas de muchos, o podemos imaginar y construir nuevas reglas que funcionen para todos. Todo está dentro de nuestro alcance individual y colectivo.

Referencia sobre el capital paciente: «El modelo de capital paciente de acumen es un enfoque innovador para abordar los retos de la pobreza»

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