Un relato mal contado entre la IV y V República
Era el año 1968 y creíamos haber tocado el fondo, había muchas
razones para la esperanza, se logro tanto en nuestras universidades, en medio
de un mundo que se juzgaba y juzgábamos injusto y cruel. Los tiempos idos
parecían mejor, al igual que quienes vivieron en conciencia la época de la
dictadura de Pérez Jiménez, ellos también pensaron que ese era el peor de los
mundos. Y cada vez la rueca daba un giro, en 1973 como funcionario del
Ministerio de Hacienda sentía el contraste de un país inmensamente rico, en
aquel diciembre, abriéndome paso entre un fardo de obsequios que recibían los
funcionarios de aduana, llegaba al pasillo solitario del despacho de la
Dirección de Investigaciones Económicas, entre falsos e igualmente inexistentes
logros expresados en buena retórica, donde iban y venían los proventos del
erario público.
En aquellas oficinas pude sentir las palabras, como si fuera hoy
de un maestro, el Doctor Edgar Sanabria, sentencias que la juventud no me
permitía comprender: “Después del Gobierno de Isaías Medina, el pecado original
de la naciente democracia marcará el futuro del país”, algo me dejó esta vida
en un país donde el “cada vez mas de lo mismo”, deteriora mas la
institucionalidad, la moral y la idiosincrasia del venezolano. Cada Mesías, cuan
mas populista que el anterior, ofrece soberanía y desarrollo y cada vez
creyendo que estamos al final de una travesía, comienza otra peor, donde
siempre se añora un pasado, un pasado responsable de la tragedia que hoy nos
abruma. Lo mal nacido de golpes y con golpes ha sido un suicidio político en
este país.
Mientras las grandes civilizaciones desde el comienzo de la
historia han estado signadas por su propia gente, por sus actos y albedrío en
pos de una visión de país, el nuestro sigue atado a héroes, intentando reproducir
el glorioso pasado, de un relato mal contado.
Hay una convergencia desde las “buenas intenciones” socialistas en
una suerte de bipolaridad en la cual por un lado va la retórica y por otro van
los hechos de un aprovechamiento de cada oportunidad que se ofrezca para
apropiarse de la renta petrolera. El otro lado la misma convergencia, esa bipolaridad
de la cultura venezolana “buena gente y solidaria”, también declarativa, y
conjuntamente los hechos de un aprovechamiento de cuanta oportunidad que se
ofrezca para apropiarse de la renta petrolera. Ambos lados confluyen y crean
una fuerza dilapidadora jamás vista, pues ocurre en el país de las mayores
reservas de petróleo.
Las coartadas, las asesorías, las comisiones por un trabajo que no
se siente y que bien vale la pena pues se hace por la patria, es en fin la
banalización de la moral. Se ha creado un entramado legal donde es técnicamente
inevitable estar incurso en alguna violación de la ley, reglamentos o
providencias, lo cual deja abierta la oportunidad para la discrecionalidad en
la justicia. La justicia, no es ciega ni imparcial, es política.
Desde estas líneas quisiera rendir homenaje al Dr.
Edgar Sanabria quien en su condición de Presidente de Venezuela para 1958
sancionó la Ley de Universidades restableciendo la autonomía universitaria y la
inviolabilidad de sus recintos por ningún organismo de seguridad del
estado.
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