La hiperestanflación como tema institucional en Venezuela

EscasezEl trasfondo institucional de la crisis venezolana

Estamos en presencia simultánea de un estallido inflacionario y de una implosión en la producción de bienes y servicios en Venezuela, hay un desorden en el sistema de precios que impide en moneda nacional cualquier aproximación de valor y un retroceso en la producción de bienes y servicios que no necesita más evidencia que las colas, la búsqueda de lo que no se consigue y la proliferación de toda suerte de actividades subterráneas que no agregan valor pero que si constituyen una enorme pérdida social. Es una vorágine hiperestanflacionaria, una cuestión es que los precios suban de manera explosiva y otra es que además no se pueda conseguir lo que se necesita, ni siquiera al precio que sea, es la conjunción de una situación extrema de inflación con recesión.
El origen de la crisis venezolana no está en los desajustes macroeconómicos, éstos constituyen la correa de propagación de los males públicos que se manifiesta en inflación y recesión. Toda regulación a espaldas del mercado, sin las debidas consideraciones microeconómicas de impacto regulatorio y en condiciones de debilidad institucional solo puede dar lugar al desastre económico.
Es un error creer que el déficit fiscal y la consecuente emisión inorgánica de dinero son las causas de los males públicos en Venezuela, ambos factores son los difusores tanto de la inflación como del estancamiento y la recesión. En todo caso tanto el déficit fiscal pro cíclico [¹] como la emisión inorgánica de dinero son también la consecuencia de la debilidad institucional.
Si existiese en el país autonomía e independencia de los poderes públicos, sería bien difícil para el poder ejecutivo lograr la aprobación de presupuestos fiscales deficitarios en condiciones de inflación. También sería dificultoso para la autoridad monetaria el consentimiento de la materialización del déficit fiscal con emisión inorgánica de dinero.
Un poder legislativo autónomo, cívicamente responsable e independiente, jamás aprobaría un presupuesto fiscal deficitario en una coyuntura donde la economía reacciona como si estuviera en el límite de su capacidad productiva. Si el aparato productivo está en el límite de sus capacidades cualquier impulso de la demanda se diluye en aumentos de precios.
En una coyuntura como la descrita, en la cual se considera oportuno el crecimiento, hace falta, más que dinero, incentivos regulatorios no discrecionales, que a través del mercado, aumenten la confianza de los inversionistas en el país y la capacidad innovadora de los emprendedores, en otras palabras, estamos más,  frente a un problema regulatorio que ante un problema fiscal o monetario.
El verdadero desarrollo guarda relación con la liberación de la capacidad emprendedora de un país y con la confianza que tengan los inversionistas, el desarrollo sustentable no depende de artilugios financieros derivados del gasto público y de las manipulaciones monetarias. Se necesita un marco de fortaleza institucional que destrabe la capacidad creadora de una nación y no que la hunda en incentivos perversos que propagan la destrucción de riqueza social.

La pérdida social

La renta petrolera ha creado y reproducido una imaginería social en Venezuela, donde se cree posible una suerte de alquimia, en la cual con tan solo una retórica estridente es posible agregar valor, sin innovación, ni emprendimiento y peor sin trabajar. Hay razones para el contagio, durante más de un siglo a los venezolanos les ha sido posible mejorar su condición material, sin verse obligados a innovar, a ser emprendedores y mucho menos a adoptar una cultura laboral productiva. Se ha confundido la apropiación de renta por la vía de argucias políticas con creación de valor, es la conocida “viveza criolla”.
Creemos que estamos al final de la travesía aun cuando hay petróleo, gas natural, oro, bauxita, mineral de hierro y potenciales paraísos turísticos, abundantes y para rato. Nuestra hipótesis se fundamenta en hechos y evidencias que hemos presentado en diferentes escritos durante los últimos veinte años, y los cuales podemos referir documentalmente en nuestro sitio internet: http://ww.prosprev.com [²] , para resumir:

  1. La capacidad mermada de producción y de mantenimiento de la industria petrolera y la industria básica, no permite la generación de suficiente renta para sostener las condiciones materiales de bienestar del país, tal cual como se ha hecho hasta el presente. Se requeriría la reconquista de los mercados perdidos, la actualización tecnológica y la ampliación de la capacidad de producción.
  2. La infraestructura física del país está bien comprometida como para un relanzamiento inmediato de la capacidad industrial de producción. Las vías de comunicación, los servicios portuarios y aéreos requieren una urgente transformación que asegure la eficiencia productiva para compensar la insuficiencia estructural de divisas del país, por la vía de la competitividad en la sustitución de importaciones y en la exportación de bienes y servicios.
  3. El marco regulatorio reinante en Venezuela no permite la flexibilidad que se requiere para competir en los mercados internacionales.
    1. Es necesaria una legislación laboral que libere de incentivos perversos la productividad laboral mediante la bonificación por desempeño y el estímulo a la innovación, que sustituya el enfoque de inamovilidad por uno de estabilidad.
    2. El marco regulatorio debe estar ceñido al análisis previo de impacto sobre el mercado, de manera de evitar comportamientos que ocasionen destrucción de valor social como los causados por la corrupción, los mercados negros y la economía informal. El marco regulatorio debe privilegiar el empoderamiento, la reducción de costos de transacción y el capital social, de manera que los procesos que distraen recursos sean sustituidos por procesos generadores de valor social.
    El país ya no puede por sí solo encauzar su economía sin compromisos internacionales que permitan el trasiego de recursos financieros necesarios para acometer el conjunto de reformas necesarias, para ello hace falta asegurar la confianza del resto del mundo en nosotros. La confianza en una nación depende de su fortaleza institucional, de la reducción de  la arbitrariedad derivada de la ausencia de poderes públicos autónomos, independientes, como también de la alternabilidad de los poderes legislativo y ejecutivo.
[¹] Ocurre cuando un gobierno gasta más allá de sus posibilidades, en una coyuntura donde la economía no responde y existe un estado previo de inflación.

[²] Revisar los escritos de este año sobre los temas de hiperinflación e hiperestanflación (en la sección "cronología de artículos" http://prosprev.com/archivo/) y en los temas sobre "El  caos económico de Venezuela"  http://prosprev.com/caos-economico-en-venezuela/).

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