El bachaqueo: un proceso inédito de precarización laboral en venezuela (M. I. Jácome y C. I. Rivero)

CONGRESO PRE ALAST

EL BACHAQUEO: UN PROCESO INÉDITO DE PRECARIZACIÓN LABORAL EN VENEZUELA

Dra. María Isabel Jácome y Dra. Carmen Irene Rivero. Profesoras jubiladas de la Universidad de Carabobo. Correo electrónico: jacome8_p@yahoo.com.
INTRODUCCIÓN

En Venezuela, una economía rentista, que viene en 2014 con un precio del barril de petróleo en torno a 100 $ y con un presupuesto nacional calculado en 60 $ el barril, para 2015, enfrenta la reducción del barril de petróleo, entre 20$ y 55$. Si bien, además de recibir ingresos por concepto de IVA y de Impuesto Sobre la Renta se consideran insuficientes, para poder afrontar la Inversión, el Gasto Público y los compromisos de Deuda Externa. En 2014, según cifras del Banco Central de Venezuela, el índice de inflación fue de 68% y la caída del Producto Interno Bruto (PIB) fue de -4%.

Comenzar por las cifras se hace necesario por cuanto las consecuencias de semejante déficit, no se hizo esperar. Para referirnos directamente, al tema que nos ocupa, tenemos que considerar que Venezuela importa, últimamente, casi el 70% de sus productos alimentarios y por simple deducción, al disminuir los ingresos, el abastecimiento de comida y productos de higiene, medicinas y repuestos, presentan escasez.

Es aquí donde surge El Bachaqueo, una práctica inédita de actividad laboral, de economía sumergida, para algunos, de estrategia de sobrevivencia, para otros, que de situación efímera, va cumpliendo el año y, lejos de disminuir, aumenta y, se mantiene hasta la actualidad, lo que nos motiva a considerar como un proceso complejo que está afectando el tejido social venezolano.

Así nos podemos peguntar ¿Es el bachaqueo una actividad laboral inédita? ¿Puede la teoría social darnos respuestas?  ¿Cómo afecta la estructura laboral? ¿Cómo produce cambios en el tejido social?

La simple observación de las colas y su funcionamiento evidencian el bachaqueo, razón por la cual, los estudios opináticos y empíricos abundan. Para los funcionalistas, resulta fácil tratarlo como una disfunción, que pone en peligro la estabilidad del sistema. Para una sociología del trabajo, puede ser considerado como una  ampliación de la economía informal, otra forma de practicar la buhonería. Para la ciencia económica, puede ser asumido como otra forma de desempleo. Y así pudiera estudiarse en varias disciplinas por sus vinculaciones culturales, entre otras.

Aquí es donde insertamos nuestra dimensión. La teoría social es amplia cuando se trata de considerar cambios sociales, por lo que nos proponemos investigar, específicamente: ¿Cómo una actividad laboral inédita, precaria, afecta el tejido social venezolano, pasando a convertirse en un proceso complejo? Conocemos el inicio, estudiaremos su desarrollo, más no tratamos de predecir su adaptación o culminación. Estamos conscientes de la dificultad de investigar un proceso, en su desarrollo, ese es el reto. A medida que avance el proceso se incorporarán opiniones, investigaciones y enfoques. En la distancia, se estará en mejores condiciones de abordaje; esperamos contribuir en la dimensión específica que hemos definido y no olvidando recordar que no enfatizamos en causas sino en consecuencias. Y decimos tejido social, como una forma más flexible, por cuanto no se trata de un estudio sobre la estructura social, que implicaría una mayor profundidad.


METODOLOGÍA

Intentamos entonces, pasar de las nociones a los conceptos y de estos a las categorías, como la condición indispensable en la producción de conocimientos, en ciencias sociales.

Para abordar el  proceso que nos planteamos, comenzaremos con nociones, a través de descripciones etnográficas, producto de una actividad de observación participante. Continuaremos  con el contexto de conocimiento, en el cuál insertar el bachaqueo, vinculado a procesos de precarización y pauperización laboral que hemos desarrollado en investigaciones anteriores. Una investigación  documental nos aportará conceptos mediadores, tanto para el contexto como para el marco teórico.  Se trata de recrear al interior de la Sociología del Trabajo, por tratarse de una actividad laboral y luego, un giro hacia la Sociología General, por el interés que tenemos de constatar si el  Bachaqueo está afectando el tejido social. En las conclusiones epistemológicas, presentaremos las conjunciones que podamos establecer, en sintonía con el pensamiento complejo de Edgar Morin.

Una estrategia metodológica, así planteada, nos conduce a la vinculación del método etnográfico, la investigación documental y la complejidad. Asumimos la multidimensionalidad del problema planteado, sólo que, en esta oportunidad nos abocaremos a las dimensiones laboral y social. En la posibilidad futura de ampliar nuestra investigación involucraremos las dimensiones económica, política y cultural, con la finalidad de satisfacer la totalidad del problema en cuestión.


LA DESCRIPCIÓN ETNOGRÁFICA PRODUCTO DE NUESTRA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE EN EL PROCESO

Un antecedente nos refiere a la concesión que hizo el Presidente Chávez, en 2012, a la etnia wayúu, en la goajira, territorio común entre Colombia y Venezuela, desde el punto de vista étnico y con límites definidos en el mapa político territorial. Dicha concesión consistió en enviar alimentos subsidiados a los indígenas venezolanos y compartidos con los indígenas colombianos. Solo que aquí comenzó el negocio. Los camiones con los alimentos se desviaban, en su mayoría a Colombia y los productos se vendían en el mercado fronterizo. Esta práctica se amplió, se diversificó y el “bachaqueo” se extendió por todo el territorio nacional.

El alza de los precios de los bienes y servicios, en el país, se intensificó desde el mes de octubre de 2013, tanto, que el Gobierno inició un operativo de fiscalización y control que se denominó de “precios justos” y que no alteró la espiral inflacionaria desatada, a pesar de haber afectado a empresas de electrodomésticos, como Daka, entre ellas. No sólo no se concretaron importantes descensos de precios, sino que ello contribuyó al desabastecimiento y la escasez. Luego, en febrero de 2014, cuando se desataron las “guarimbas” (barricadas que los sectores de oposición colocaron en las urbanizaciones, interrumpiendo el libre tránsito y que ocasionaron 43 muertes y más de 100 detenciones),  y la gente se volcó a almacenar alimentos y medicinas; el saldo de escasez y desabastecimiento fue mayor, producto de la paralización de producción y distribución de bienes y servicios.

El inicio consistió en la escasez y desabastecimiento en los productos básicos (Harina Pan, Aceite, Café, Leche) se unió al alza en los precios del pollo y la carne. Para cuando culminan las “guarimbas”, se desata la escasez en productos de higiene personal (papel higiénico, pañales, pasta dental, desodorante, jabón y champú) y productos de limpieza para el hogar (desinfectantes, jabón de lavar y del cuerpo, lavaplatos, etc.) Los medicamentos para enfermedades crónicas y las medicinas pediátricas comenzaron a escasear y después se extendió a varias medicinas.

Se agudiza un problema que estaba aumentando: las colas para adquirir los productos. El Gobierno tardó un poco en aceptar el fenómeno que la población venía padeciendo y rechazando. Señoras de los barrios, a veces con niños, ocupaban las colas de los supermercados donde se sabía que llegarían los productos alimenticios subsidiados. A cierta distancia de las colas, camionetas esperaban a las señoras que adquirían los productos regulados y se los vendían a intermediarios, ganando un porcentaje. Posteriormente, esos productos iban a los buhoneros o las bodegas de los barrios para ser vendidos a precios aumentados. ¿Cómo se enteraban en los barrios de la llegada de los productos? Los empleados de los supermercados los contactaban por teléfonos celulares. En esta era de la información, juegan un papel importante las redes sociales, la comunicación permite establecer conexiones que posibilitan hacer dos y tres colas diarias.  El negocio de las colas se hacía promisorio y llegó a constituir un negocio en sí mismo. El puesto en las colas se vendía. Comenzó en 100 Bs. Y pasó a 500 y 700 Bs. Ciudadanos improductivos o desempleados cubrían puestos en colas, desde la medianoche o la madrugada, para ser vendidos a los compradores a la luz del día. Se fomentan además, actividades secundarias como la venta de café y otros insumos a los ciudadanos en las colas.  Las indígenas goajiras traspasaron el Estado Zulia y se les podía ver en el Macro (establecimiento de venta de alimentos, al detal y al mayor) de Valencia, haciendo colas, para trasladar productos a los vendedores fronterizos. El negocio de las colas ya se venía implementando en Ministerios y Registros, bajo la misma modalidad: vender el cupo.

La inflación no solo se hace sentir en el alza continua de los precios, además ha alcanzado el sector de los servicios: mecánicos y empleados en las reparaciones de electrodomésticos y vehículos están cobrando su mano de obra, no por el costo del servicio sino por el precio de venta de los repuestos, aumentado. Por existir tres tipos de cambio, para la moneda nacional, un dólar paralelo es el responsable de los aumentos indiscriminados en las mercancías de todo tipo y se va extendiendo a la mano de obra.

El Gobierno venía implementando tres prácticas para hacer llegar, las mercancías, a los estratos de escasos recursos y que también aprovecha la clase media: Mercados de Cielo Abierto, bajo la modalidad de operativos; Mercal y Pedeval. O sea, los habitantes de los barrios tenían acceso a los productos básicos regulados, lo cual ha ido disminuyendo y casi la totalidad de la población se surte en Supermercados  ubicados en las urbanizaciones. Los supermercados no mantienen continuidad en la distribución de alimentos y las voces que se escuchan anuncian: “no hay”, “llegó”, “van a traer”. En el peor de los casos se asume como la llegada del “castro-comunismo” y sus recetas de racionamiento. A veces, se oye decir “pero, tenemos patria”; una forma de burlarse de los que simpatizan con el Gobierno. Entre las medidas que han se han implementado, figuran en menor escala las captahuellas, y, de una forma más efectiva, el terminal del número de la cedula, como una medida para evitar la repetición en las compras. En su mayoría, los establecimientos implementaron: 0 y 1 los lunes y sábados, 2 y 3 martes y sábado, 4 y 5 miércoles y domingo, 6 y 7  jueves y domingos, y, 8 y 9  viernes y domingos. Podrían establecerse cambios alternos.

Todo este intento etnográfico de presentar la situación coyuntural, es un intento de alertar hacia donde se dirige la sociedad venezolana que ha sido catalogada como “sociedad de cómplices”, “sociedad delincuencial” y otras denominaciones adversas que preferimos llamar, dentro de esta coyuntura, una: sociedad de intermediación. Ya la economía informal se había legalizado lo suficiente porque ayudaba a encubrir el desempleo, ante los índices de desocupación. En otros trabajos habíamos advertido de la precarización laboral, como estrategia de sobrevivencia, en varios países latinoamericanos. O sea, pasar de la informalidad a la ilegalidad, de buhonero a bachaquero, sólo significó ampliar la base de la precariedad laboral. Mientras el buhonero ocupa espacios fijos en mercados y calles, el bachaquero no tiene local, es ocasional, significa el rebusque, para ampliar el ingreso personal o familiar. Las domésticas, a petición de las dueñas de casa garantizan el acceso a productos escasos, sin tener que hacer las colas, para obtenerlos. También advertimos de la pauperización de la pobreza y estamos constatando como, cuando los pobres tienen que adquirir los productos del bachaqueo, están siendo explotados por otros pobres. Evidentemente, la cotidianidad se afecta negativamente por el tiempo que se está malgastando en hacer compras diarias que, a veces se hacían semanal o quincenalmente.

Amanecemos en 2015 con la ratificación de la inamovilidad laboral, extendida por un año más y que el Presidente de la República anunció por twiter, el primero de enero. Así los desplazamientos de la población se ampliaron y la incorporación al trabajo, podía esperar. Aulas semi-vacías y comercios cerrados. Pero, la comida no puede esperar. Los funcionarios de la distribución no tomaron precauciones y para la segunda semana del mes de enero los establecimientos del Gobierno: Mercal, Pedeval y Bicentenarios no abrieron. Cierto es que anunciaron cierres por inventario. ¿Y entonces? ¡Bajaron los cerros!  No a saquear ni a violentar, bajaron, a ¡hacer colas en los supermercados! En el caso de nuestra ciudad, Valencia, se trasladaron de los barrios del Sur a las urbanizaciones del Norte, donde están los supermercados. Se presentan conflictos de otredad. El otro, es el residente de las urbanizaciones, la llamada clase media. Se evidencia la polarización que se vive, en el país, entre la clase media y los estratos populares. Cuando los ciudadanos de los barrios irrumpen en las urbanizaciones generan espacios de no lugar, efímeros, en cuanto su duración depende de la venta de los productos regulados. Asemejan campamentos provisorios, comen, generan desperdicios, a veces llegan de madrugada, otras duermen. Los supermercados, de espacios privados pasan a espacios públicos, con la incomodidad de los consumidores de sentirse vigilados, afectados, por la panóptica del establecimiento, semejante a la de los Centros Comerciales.

Si bien ya habíamos expresado, a propósito del bachaqueo, un ligero acercamiento al problema de las colas, creo que merece detenernos y ampliar. Podemos comenzar diciendo que las colas en los bancos, en los cines, en las dependencias del Seguro Social y en varias dependencias gubernamentales se han asumido con naturalidad. Algunas venían mejorando como las del Seniat (pago de impuestos), Saime (identificación y pasaportes) y otras instituciones que buscan mejorar el servicio. En los bancos y en algunas dependencias del Gobierno se implementó, la cola de la tercera edad. Las pensiones se pagan haciendo colas y los beneficiarios son personas mayores de edad. Observamos colas de vehículos en los locales de comida rápida, en autofarmacias, autobancos y gasolineras. El teléfono, el cable, la luz y el agua se paga “haciendo cola”. Nos preguntamos entonces,  ¿Por qué se multiplicaron las colas?  ¿Cómo perdieron la “normalidad”? ¿Qué hay de nuevo en esta práctica?

Trasladándonos al 2014, después de las guarimbas ya las colas se hicieron más abundantes. Ello porque mucha gente, en las urbanizaciones, como señalamos anteriormente, sufrieron desabastecimiento, en los hogares, en los 35 días que duraron dichas guarimbas, durante los cuales, no se podía transitar para adquirir alimentos y medicinas. Así cuando la situación se “normalizó” comenzamos a observar, en algunos Supermercados, una Caja Registradora para empleados que, en horas de trabajo, adquirían bienes básicos, en cantidades exageradas, con la anuencia de los gerentes de los establecimientos. Así también observamos la Caja para los buhoneros, a quiénes se les vendía, con toda normalidad, los productos en “bultos”: Harina Pan, azúcar, arroz, aceite, etc. Esta última actividad, como la realizada en Makro  era conocida y practicada por la Economía Informal. Y se extendió silenciosamente.

Para cuando desaparece el papel higiénico, el desodorante, el champú, las hojillas de afeitar, entre otros; se desata la comunicación por twiter, en la que colaboran los empleados de los Supermercados y los choferes de los camiones de distribución, anunciando cuando llegaba el producto que escaseaba, en el momento. Las colas se multiplicaron por Harina Pan, aceite, leche y pañales inicialmente y de allí en adelante por casi todos los productos básicos de alimentación e higiene. En su multiplicación los testimonios superan las predicciones. De simples colas han pasado a “normalizarse” tanto, como se normaliza la delincuencia. Hay mafias que ofrecen salario mínimo a los “coleros”. A otros les ofrecen tres mil bolívares mensuales por hacer varias colas al día. Las colas, resguardadas por la Policía Nacional Bolivariana, han pasado de organizarse en dos, una para artículos básicos de consumo y otra, para cualquier compra de productos, sin incluir los básicos. En algunos establecimientos ya sea que vayas a comprar básicos o no, es una sola cola. ¿Así cuando se acabarán las colas?

Estamos en agosto de 2015. Para el momento hemos leído abundantes artículos periodísticos sobre las colas, unos mejores que otros, algunos intentan teorizar, otros señalan causas, otros dan recomendaciones. Nos preguntamos: si se continúan los operativos de “cielo abierto”, si funcionan Mercal, Pedeval y Bicentenario ¿por qué continúan las colas y cada vez más agresivas, las personas, en las mismas? Entonces en esta multidimensionalidad de explicaciones, descripciones y opiniones: ¿qué nos ocupa?

El tejido social se diversifica. Ya se pasa de empresarios especulativos y buhoneros a involucrar a la totalidad de la población. Los informales se legitiman, no es lo mismo ser buhonero que bachaquero. Aún cuando al bachaquero se le criminaliza, por parte del Gobierno, y, se le designa peyorativamente, se le usa. Las colas se hacen necesarias, para adquirir productos básicos, porque la clase media y la clase alta no hacen colas. Las colas están incorporando un complemento de ingreso, en las viviendas. Son personas de bajos recursos las que hacen colas. Los que están pagados por mafias, los que las hacen para su consumo y los que las hacen, por los que no las hacen, como las domésticas. Entonces ya estamos ante problemas de supervivencia y de deterioro del salario que obliga a los más pobres a ver a las colas como una “oportunidad”. ¿Y qué decir del desempleo? Mientras algunas personas  están faltando intermitentemente, a sus trabajos, para hacer las colas, no es arriesgado pensar que el desempleo permite que una persona se convierta en “profesional” de las colas. Han sido deportados algunos extranjeros indocumentados, de la misma manera que han habido detenidos por antecedentes penales. En las colas, además de trifulcas y saqueos, se producen atracos entre los “coleros” y por parte de motorizados, hay quienes se disfrazan de autoridades para organizar primero y atracar después. En la práctica los “coleros” cometen un ilícito y a veces terminan victimizados. El bachaquero no sigue el patrón del consumidor habitual. Su “ir de compras” no es una actividad placentera ni planificada ni racional, está basada en la realización de un negocio esporádico, vulnerable, caótico y ocasional; es comprar para obtener ganancias excesivas.

¿Cuál es el ejemplo, en la familia, para los menores que son llevados a hacer las colas y que conviven con esta actividad económica familiar? Lamentablemente, todavía es temprano para exponer las consecuencias. Ya es bastante difícil intentar describir un problema  “en pleno desarrollo”. Lo peor de todo es que lejos de disminuirse las colas, se amplían, por las necesidades de los familiares que viven en zonas geográficas, donde no llegan los productos básicos. Ya se implantó un mercado negro de bienes como lo hay de divisas. ¿Cuándo acabará la “guerra económica” (desabastecimiento, escasez, especulación e inflación) o si llegó para quedarse?  ¿Qué tipo de sociedad tenemos?


EL CONTEXTO Y EL MARCO TEÓRICO

El contexto más amplio en el cual insertar nuestro tema de investigación es el proceso de globalización que, a partir de la década de los años 80 en los países desarrollados y de los años 90, en nuestra realidad latinoamericana, se acepta sin discusión. De los autores que trabajaron la temática, el libro de Peter Gowan (2.000) precisa cómo se trata de un mercado único y de una sociedad del riesgo. Además de reconocer un nuevo régimen financiero y monetario no corresponde a consecuencias económicas y tecnológicas, tanto como políticas. Y, precisamente, cuando Ulrich Beck en 1986 ya había publicado su libro La sociedad del riesgo, aludía a una forma de depauperización de las masas trabajadoras. No queda duda entonces que la toma de decisiones políticas, en lo que a la economía y tecnología se refiere, tiene consecuencias colaterales, en la esfera laboral.

Lo que podría añadir Gilles Lipovetsky (2011), a lo que llama mundialización (así se usa en Francia) o globalización y que presenta como una conjunción de fenómenos económicos, innovaciones tecnológicas y geopolíticas; es que la globalización es también una cultura. Y entonces su planteamiento central es la cultura-mundo. Se trata de un modelo ideal típico que incluye el mercado, el consumismo, la tecnociencia, la individuación, las industrias culturales y la comunicación. Entre los contenidos resalta, para nuestro interés, que en la actualidad podamos asumir que el triunfo del mercado, no es sólo económico, es cultural. Así tenemos la incorporación de lo cultural a las actividades económicas que genera el mercado y que, por supuesto, suman un nuevo ingrediente: un proceso de globalización de contenido económico y tecnológico, sujeto a decisiones políticas que influyen en la depauperización laboral y generan cambios culturales.

Mientras para Jeremy Rifkin (1996), en el nacimiento de una nueva era el trabajo productivo tradicional va cediendo el paso a los puestos de trabajos en actividades tecnológicas e incrementando el sector servicios en descenso de la manufactura. Se trata de una tercera revolución industrial, muy lejos del primer período industrial, cuyas condiciones de vida fueron descritas por Charles Dickens. Si bien las fábricas de la segunda era industrial van desapareciendo y ocupando su lugar los ordenadores, con diferencias en espacio, limpieza y contaminación, poco se mencionan las consecuencias que a nivel de la población, son resultado de los cambios. La inseguridad laboral de la tercera revolución industrial, es evidente. Las injerencias subjetivas en los procesos de producción no tienen lugar en la programación que los ordenadores ejecutan. Si no se trata del fin del trabajo, por lo menos, el incremento del desempleo en Estados Unidos y Europa, es una realidad actual.

Para Carlota Pérez (2004), en su texto Revoluciones tecnológicas y capital financiero, ya no se trata solamente de exponernos el cambio de paradigma tecnoeconómico y las cinco revoluciones tecnológicas que parten de la primera revolución tecnológica en 1771, hasta la quinta en 1971. O sea, desde la Revolución Industrial, hasta la Era de la informática y las telecomunicaciones. Lo novedoso de su nuevo texto está en diferenciar el capital productivo  y el capital financiero. Para la autora, el capital productivo incluye a los agentes que generan riqueza, produciendo bienes o prestando servicios. Para el capital financiero lo importante es la rentabilidad potencial de bancos, corredores de bolsa o capitalistas de riesgo. La crisis financiera de 2008 por las burbujas inmobiliarias producidas por las hipotecas sub prime, en los Estados Unidos de Norteamérica se extendió por Europa y todavía, en la actualidad, se conocen las consecuencias.

Enrique De La Garza Toledo (2000), en su artículo “La flexibilidad del trabajo en América Latina” vincula el neoliberalismo con la apertura y la globalización de las economías y considera la flexibilización del mercado de trabajo, como una tarea neoliberal. Pasa a considerar los ajustes neoliberales cuya finalidad consiste en reducir los déficits públicos, equilibrar la cuenta corriente de la balanza de pagos, controlar la inflación, eliminar el proteccionismo del Estado, desregulación y privatización. A partir de los años ochenta se vincula “el concepto de flexibilidad para entender los cambios en las relaciones laborales” y, lo que más interesa a nuestro trabajo, además de otras vinculaciones, con precariedad en los empleos.

De la precarización laboral nos habíamos ocupado en un trabajo anterior (1998), ya perfilábamos los cambios laborales en el proceso de modernización latinoamericana, en el marco de la globalización. Para el momento, todavía era prematuro, en América Latina, considerar cambios laborales importantes como producto de los cambios tecnológicos y llegamos a afirmar que, precisamente, se estaban dando cambios laborales sin cambio tecnológico. Sostuvimos, más bien, que los cambios laborales se acentuaron por las políticas de ajuste, en la aplicación del Programa Neoliberal. Así, pasamos de una economía informal que ya disminuía las condiciones de vida del trabajador, a la precarización laboral. Citamos para constatarlo autores que adjudicaban a la precariedad en el empleo: inestabilidad laboral, bajas remuneraciones, discriminaciones por raza, sexo y edad. De la misma manera, las poblaciones utilizaban estrategias de sobrevivencia que implicaban: comer menos, disminuir la escolaridad, practicar el hacinamiento en las viviendas.

Volvimos a insistir en un posterior trabajo (2004), en el cuál ya podíamos incorporar al interior del proceso de globalización, cómo se pasaba del empleo flexible a una educación flexible. Hicimos énfasis en la flexibilización laboral, que si bien se reconocía como producto de los cambios laborales, por efectos del nuevo patrón tecnoproductivo, no era posible sustraerse del surgimiento de “formas de empleo atípicas (Beltrán, 1999) o formas particulares de empleo (Castells, 2001).” Una de nuestras reflexiones consistió en reconocer que, a medida que los empleos van requiriendo una mayor cualificación vamos encontrando trabajadores excluidos o devaluados.

Y, una forma de empleo atípica es la que nos ocupa: El bachaqueo. Si bien, hemos recorrido la problemática desde una Sociología del Trabajo, tenemos que ratificar  que, en esta oportunidad, nuestro interés se vincula con la Sociología General, el énfasis está en la afectación del tejido social, en las consecuencias sociales que una práctica laboral específica, puede extenderse a la sociedad.

¿Cómo es la situación en Venezuela? Nuestro país ha vivido, desde 1999, un proceso de cambios políticos que se han acompañado de cambios en el proceso de producción, más que en el modo de producción. Desde la explotación del petróleo nuestra economía es de carácter rentista. El modelo económico que difunde el Gobierno se inscribe en un Proceso de Transición hacia el Socialismo del siglo XXI.

Para el Gobierno venezolano, se trata de una “guerra económica” que, como señalamos anteriormente, se caracteriza como: escasez, desabastecimiento y especulación. Así encontramos ya definida una primera concreción, sobre la que podríamos hacer algunos comentarios. Se trataría el “bachaqueo”, de una forma del contrabando de extracción que ha permeado diversos estratos de la población. Una práctica conocida que, nace en la frontera colombo-venezolana, por el diferencial cambiario que existe entre ambos países y que, en la actualidad, favorece a Colombia en la compra de alimentos, medicinas y gasolina a precios bajos en Venezuela y multiplicados en el vecino país, alcanzando, según cálculos oficiales, la salida del 30% o 40%, del abastecimiento nacional en alimentación y 100.000 litros diarios de gasolina. Se ha denominado también contrabando de extracción interno, por parte del Gobierno Nacional. El Gobierno coloca su índice de desempleo, a través del Ministerio de Planificación, en el documento oficial Venezuela en Cifras, en 5,5%, para diciembre de 2014.

En la introducción que hace Javier Auyero (2001) del texto  de Loic Wacquant: Parias Urbanos, comienza señalando el uso de la metáfora ciudad dual, para describir los efectos de la polarización económica. Se está refiriendo a las villas (barrios) en donde la marginación económica, social y cultural de los jóvenes, contrarrestan su vulnerabilidad: “imponiendo el tono de la vida pública en la villa”. Se trata de la violencia estructural del desempleo, la violencia interpersonal cotidiana y la violencia estatal intermitente que dictan el ritmo de la vida diaria en las villas, en Argentina. Y, adentrados en el texto de Wacquant, a quien particularmente, en este texto, preocupan los guetos, podemos encontrar en la definición de “infraclase” un nuevo segmento de los pobres de las minorías, presuntamente caracterizados por las deficiencias comportamentales y la desviación cultural. Posteriormente, se refiere a las “patologías” de esa “infraclase”. Y cuando el autor se vincula al gueto comunitario de los años 50, lo considera desplazado por el hipergueto de los 80 y los 90: “cuya configuración espacial, composición institucional y demográfica, posición estructural y función en la sociedad urbana son absolutamente novedosas”. En los Estados Unidos, se trata de una separación de “mundos vividos” y no de “sistemas”, en clara alusión al Habermas de 1984. Ahora Wacquant comienza a generalizar nuevas formas de desigualdad y marginalidad urbanas en todas las sociedades avanzadas del occidente capitalista. Se trata de un nuevo régimen de marginalidad urbana, o de “marginalidad avanzada” cuya novedad consiste en tratar una “nueva pobreza”, cuyo ámbito y fuente es la ciudad. Sin dejar de destacar las variaciones urbanas, en términos de dinámica social y espacial diferente en ambos continentes. Esas formas sociales urbanas pueden modelar las metrópolis futuras, a menos que se pueda actuar, para evitarlo. La así llamada modernización de la miseria, constituye el ascenso de un nuevo régimen de desigualdad y marginalidad urbanas, con el agravante de que muchos barrios están desconectados de las tendencias macroeconómicas.

Zygmunt Bauman (2005), en Vidas desperdiciadas, nos remite, por una parte a un progreso económico que va dejando atrás los modos de ganarse la vida  y, a la vez, el progreso tecnológico que si bien ofrece medios nuevos de supervivencia, erosionan habitantes. Cuando se trata de la construcción del orden moderno y modernizador encontramos la producción de “residuos humanos”, “seres humanos superfluos”. Lo que espera a los jóvenes es un “precario panorama laboral” y se les sugiere que acepten los empleos tal y como vienen y se trata de que su incorporación a la sociedad les otorgue una posición social segura, a partir del empleo. Más, sin embargo, la globalidad de la vida moderna “liberó y produjo el aumento de seres humanos despojados de sus modos de supervivencia”. Ya no hay soluciones globales a problemas locales, las soluciones deben ser locales a las consecuencias de la globalización. Se genera así una cultura de la individualización, porque las preocupaciones económicas y sociales se trasladan a la seguridad personal. Y, de manera extrema, citando a Linhart, Bauman sostiene que estos hombres al perder sus empleos y proyectos pierden su dignidad, su autoestima, la posibilidad de tener un puesto en la sociedad. Pero, en la sociedad de consumidores no tienen cabida los consumidores fallidos, incompletos o frustrados. “Para los excluidos y destinados a la basura no existen caminos alternativos”.


CONCLUSIONES EPISTEMOLÓGICAS

Conviene enfatizar que nuestra postura epistemológica tiene que ver con la producción de conocimientos, por lo tanto, es posterior. Como anunciáramos pasamos de un nivel nocional inicial, luego al nivel conceptual y culminamos en un nivel superior que corresponde a la elaboración de categorías.

Queda establecido para nuestra investigación que lo que hemos llamado Bachaqueo, en el caso venezolano y extendido a la sociedad venezolana, se ha constituido en una actividad laboral atípica, una estrategia de sobrevivencia correspondiente con una depauperización laboral que ocasiona consecuencias en el tejido social venezolano. Si bien nuestra sociedad es asumida como sociedad de riesgo, con Ulrich Beck, no podemos constatar que se trate de cambios estructurales. Podemos admitir con Lipovetsky que ocasione cambios culturales, más no tanto como para afirmar que se inserte en lo que el autor ha denominado como cultura mundo.  Creemos que todavía estamos ante una situación transitoria, que podría resolverse,  sólo que  ya causó un daño irreversible al tejido social. Y sí, pudiera considerarse como una de las consecuencias de la globalización, por aquello de vincular los cambios laborales con los cambios sociales. Aquí podríamos coincidir con Rifkin, en que si bien no se trata del fin del trabajo, es una de las manifestaciones del incremento del desempleo.

Carlota Pérez toca una división importante entre capital productivo y capital financiero; si en Venezuela se tratara de una economía productiva, el bachaqueo no tuviera lugar. En una economía rentista, con elevados niveles de importación de alimentos, medicinas y repuestos, cuando la renta es elevada, en nuestro caso, el precio del barril de petróleo alto, la coyuntura económica se maneja, en términos de empleo formal y empleo informal. Es por ello que, ante una disminución significativa de los precios petroleros, la afectación se generaliza, el desempleo aumenta, la economía informal también y, contradictoriamente, el Gobierno no presenta cifras de una disminución significativa  del desempleo. Es aquí donde puede encajar el bachaqueo, como otra forma de desempleo encubierto, como complemento de una situación económica de escasez, desabastecimiento y especulación (aunque el Gobierno insista en llamarlo “guerra económica”). Ante  el deterioro de las condiciones de vida y la pérdida del poder adquisitivo del salario, el bachaqueo se está constituyendo en una forma ilícita de aumentar los ingresos familiares. No podemos dejar pasar con De La Garza, que con el neoliberalismo se introdujeron la flexibilización laboral y la precariedad laboral. Pero, todavía se trata de cambios laborales que por supuesto se refieren a poseer un puesto de trabajo, aún en el sector servicios. De lo que se trata con el bachaqueo es tanto de formas de empleo atípicas, con Beltrán, como de formas particulares de empleo, con Castells. Y, como aportáramos en un trabajo anterior: a mayor cualificación del empleo aumentan los trabajadores excluidos y devaluados.

En Venezuela, podríamos insistir en la estratificación social, en estratos A, B, C, D, E y F, se asigna el estrato C a la clase media y a los estratos D clase media baja y E pobreza relativa, reservando el estrato F a la pobreza estructural o absoluta. Obviamente el B, se refiere a la clase media alta y el A. a la clase alta. Lo que nos interesa de esta sencilla explicación es que el bachaqueo se está correspondiendo con los estratos D y E de la población y, paradójicamente, es el estrato C, en nuestro país, el que se está acercando a los llamados nuevos pobres. Los bachaqueros, en los estratos D y E, incluso pueden ser de los beneficiados por pensiones, subsidios o distintas misiones. Viven en urbanismos populares o son beneficiarios de la Gran Misión Vivienda Venezuela. La clase media, profesional en su mayoría, migra al exterior y los que se quedan son explotados por los bachaqueros, al mismo tiempo que sus ingresos disminuyen, en relación con sus necesidades. Estamos ante lo que llama Auyero, una ciudad dual, por efectos de una polarización económica y podríamos añadir una polarización política. En los barrios venezolanos, como en los argentinos, los jóvenes imponen el tono de vida público, a partir de una violencia estructural del desempleo que coincide con la violencia interpersonal cotidiana, marcando el ritmo de la vida diaria. Con Wacquant, compartimos las deficiencias de comportamiento y la desviación cultural de la así definida “infraclase”. En un mismo sistema estamos ante la separación de dos mundos vividos, en nuestro caso, urbanizaciones de clase media y barrios desconectados de las variables macroeconómicas, en un nuevo régimen de marginalidad urbana, que se presenta en todas las sociedades avanzadas, con variaciones en los distintos continentes.

Cuando Bauman separa el progreso económico del progreso tecnológico, pareciéramos estar ante nuestros bachaquero y colero; transitoriamente, se corresponden con sujetos sociales que están implementando nuevas formas de ganarse la vida incorporando al grupo familiar. Aquí encontramos el deterioro del tejido social: madres con niños pequeños en los brazos, haciendo colas, niños cuidando puestos a los mayores. Incorporando a los familiares, en base al terminal de la cédula y los que tienen trabajo, faltando intermitentemente, para participar de esta actividad. Aunque es una actividad que aparenta ser colectiva, se conforma una cultura de la individualización. La vida cotidiana se altera, tanto para los que participan de la práctica del bachaqueo (porque se trata de un no lugar, no deseado), como para los residentes en urbanizaciones, donde se ubican los supermercados. No hay comunicación entre residentes y bachaqueros, para estos, el residente es el otro. El nosotros es comunicacional, para saber adonde llegan productos, para pasar de una cola a otra. El celular cobra protagonismo, por redes te puede avisar un empleado, un distribuidor, un transportista, un comprador. Esas relaciones comunicacionales son impersonales y fomentan la individualidad. Están conformando una sociedad de intermediarios. A esta altura, ya podemos afirmar que estamos en una situación en la que el deterioro laboral ha incrementado un deterioro social. La precariedad laboral contribuye al empobrecimiento de la población. Lo que nos está ubicando en el proceso de globalización, como país, es una modernización característica, con déficits de modernidad, muy alejado de una transición al socialismo que pregona un hombre nuevo, por parte del Gobierno. El bachaquero y el colero son representativos de deterioro y no de cambio social.





BIBLIOGRAFÍA

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