La defensa de la integridad emocional frente las provocaciones del autoritarismo

autoritarismo1Es inútil controlar los actos de los demás y difícil hacerlo con los nuestros propios frente ellos, pero la senda correcta es controlar en si mismo la reacción frente a esos trances. Es el factor clave de éxito para vencer las provocaciones del autoritarismo, hostilidades que siempre van en aumento cuanto más inminente sea su desmoronamiento.

Nadie puede hacernos sentir cualquier emoción negativa - el miedo, la ira, el resentimiento- sin nuestro propio consentimiento. Las dictaduras son especialistas de la destrucción moral y emocional de la gente, para ello recluta y recrea individuos ponzoñosos, quienes realizan ese sucio trabajo con el regodeo de las bajas pasiones humanas. Una tiranía tendrá éxito en tanto sus mensajeros de la toxicidad logren su goce perverso volcando sobre los demás la inquina y puedan actuar sobre las emociones de la gente, de modo que sirvan a sus propios fines egoístas de la intolerancia y el autoritarismo.

El que la malquerencia tenga éxito depende exclusivamente de quien la recibe, del cómo reacciona ante la conducta negativa. Hacer frente a la acritud parte del reconocimiento de que el verdadero propósito es el de provocar malestar en el receptor del acto, no de algún hecho o evento, consciente o inocente, de haber causado daño a nadie, quizás se trata de algún problema propio del emisor y tal vez sea mejor la ayuda que el disgusto. Dígase a si mismo “Esto no se trata de mi, no permitiré que se turbe mi paz interior, pues poseo en control mi vida, mis acciones y mis sentires”.

Hay que recrear aquellas habilidades que activen las conductas y los pensamientos que nos permitan defender los derechos de cada quien sin agredir ni ser agredido, es una tarea social en el rescate de la institucionalidad en el país, la de enseñar que la gente tiene derecho a defender sus derechos ante situaciones que a todas luces son injustas, sin hacer uso de la reacción perversa, ni del resentimiento. Con confianza pero sin abuso.

La reconstrucción del país será larga pues no solo ha sido una simple demolición de la base productiva y de las instituciones, es que existe una quiebra moral y cívica de la nación que va más allá de estos últimos diecisiete años de socialismo del siglo XXI, bajo cuya égida se magnificaron todos esos males.

La oportunidad de reinstitucionalización permite colocar un pie en la puerta de la democracia, pero no se abre a si misma como premio de lotería o ganancia de envite. Las oportunidades no deben asumirse como un albur, no es ganar un sorteo que hace rico en un instante; encontrarse con una oportunidad significa que se tendrá que trabajar duro con un plan y con una hoja de ruta de acción.

Cuando hayamos sintonizado la mente para reconocer esa gran posibilidad que tenemos hoy, comprenderemos que implica más un cierto potencial que debe ser aprovechado con una propuesta de reformas institucionales y económicas y con una hoja de ruta de acción política pacífica y activa, que puedan conducir al rescate de los valores cívicos de la gente de Venezuela. Hay que alcanzar el consenso, la reconciliación, la unión y el cambio que aspiran todos los venezolanos.

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