Un país a la deriva con la brújula perdida: el síndrome "mortem sonabit"

Preocupa en nuestro país esa suerte de búsqueda de soluciones puntuales cuando nos encontramos en un momento crucial de naturaleza política e institucional, estamos a las puertas de un desenlace fatal y no aparece un plan.

Solo se hacen presentes las soluciones aisladas, más próximas de pócimas paliativas que de preparación para una Venezuela diferente y mejor. Se escucha con avidez a los expertos de la economía, en cada ocasión ese público voluble y angustiado puede cambiar de opinión, no por la presentación de un marco lógico de conocimiento, de hipótesis refutables y de evidencias, sino por cualquier otra razón por disparatada que sea. La gente puede suscribir argumentos contradictorios entre sí, cargados de falacias, porque se parece al cuadro de lo que su conciencia desea y no de los signos de las verdades amargas de lo que le rodea.

Como los familiares del desahuciado en el tránsito de la vida ven, en cualquier de baja del sufrimiento, las señales de una sanación milagrosa, eluden la realidad y se escucha a quien con discursos muy pobres ofrece la cura inmediata y definitiva de quien ya está más allá que de acá.

Estamos ante un país con un deterioro social, político, moral y económico, con cambios nítidos hacia lo peor, nos encontramos ante un cuadro “mortem sonabit”:


  • Con un profundo dolor social que se dibuja en el rictus de quien pasa parte la vida productiva en una cola, ocioso y bajo el sol, de quien busca desesperanzado desde una pieza de recambio de su nevera hasta un paliativo para el sufrimiento de quien se va.
  • Con una falta de aliento, cuesta respirar, hay cansancio y ahogo ante cualquier desenlace porque todo puede pasar en un segundo hasta perder la vida estando sano.
  • Con una fatiga, falta de fuerzas hasta para el descanso, un cansancio hasta para reír.

Son los estertores sociales intermitentes: regulaciones, procedimientos, normas,  que se acumulan obstruyendo lo simple y cotidiano, si bien no se tiene la sensación de un inminente cambio social cunde ante todo el temor y la ansiedad.

Es un delirio social cargado de cuanta fábula, rumor, fantasía y mentira, pueda concebir una sociedad convulsa, un cuadro poco propicio para la sensatez entre la agitación y la parálisis.

Ojalá podamos hacer una breve pausa y recapitular, a menos en economía, no puede haber solución sin una propuesta integral microeconómica, macroeconómica e institucional. Y es lo institucional político el factor clave de éxito, sin poderes públicos autónomos e independientes, sin una simplificación y optimización del marco regulatorio, sin disciplina fiscal y sin destrucción del dinero orgánico, no hay, ni habrá éxito.

El dinero inorgánico no solo se origina por la emisión desmedida de monedas y billetes, también se presenta cuando la mala política pública destruye capacidad productiva y la liquidez no encuentra desahogo en la producción de bienes y servicios, de modo que el dinero orgánico se hace inorgánico.





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