Venezuela: La demagogia antifrágil del populismo y la ruina del país

La demagogia, control de poderes públicos y marco regulatorio

El populismo se apoya en la demagogia para perpetuarse en el poder. Para ello necesita el uso intensivo, asfixiante y mediático de la propaganda política y de la retórica estridente. La demagogia encuentra un terreno fértil en sociedades con escasa cultura cívica y sensibles a la manipulación de sus miedos, prejuicios y esperanzas; de este modo en momentos cruciales, el demagogo manipulando las creencias y los códigos morales de la gente provoca reacciones para ganar elecciones, para desarticular las estrategias de sus adversarios y para desplazar sus responsabilidades en la mala gestión pública hacia los demás actores políticos. El socialismo del siglo XXI ha podido, mediante el control de los poderes públicos, en independencia de la buena o mala gestión pública, construir toda una infraestructura jurídica para asegurarse un mecanismo autoregulador que le refuerza en el poder. Es la fortaleza que se recrea a sí misma y que debilita a sus adversarios políticos. Mientras desde dentro de los factores democráticos se continúe destruyendo su base organizacional: los partidos y la MUD, descalificando a sus líderes y reforzando al gobierno adoptando la fachada populista pensando en oponer al mesías del gobierno uno nuestro y planteando nuestra agenda en los términos del gobierno, no habrá avance alguno pues se desconoce qué se quiere, se rechaza cualquier iniciativa para formular una visión alternativa con sentido de propósito.

Emociones

El populismo venezolano, ante cualquier evento, puede mejorar las condiciones de su perpetuidad en el poder. Un caso que valida esta hipótesis es el fenómeno de la inflación en Venezuela, el gobierno apela a un discurso en el cual le atribuye a una supuesta guerra económica el origen, en la cual los acaparadores y las empresas productoras afectan la oferta de bienes y servicios provocando escasez e inflación; cuando ha sido el mismo gobierno el origen, utilizando la emisión inorgánica de dinero, los controles de precios, los aumentos improductivos de los costos laborales y la asfixia regulatoria, estos males públicos son los que simultáneamente obstaculizan la actividad productiva y promueven mercados negros. La economía conductual anticipa que cuando a un sujeto se le hace difícil identificar la causa de su malestar, lo desplaza hacia el objeto o sujeto más cercano, así no sea la causa. En el caso de quien va a un expendio de medicinas y no encuentra o no puede comprar lo que busca, su ira refleja se concentra en quien le atiende, así sea un simple empleado de la farmacia. Hay que abandonar el mundo de la falsa concreción que aleja a la gente de la identificación de las causas profundas de la tragedia que nos asola y de una verdadera opción de país diferente y mejor. Creer en la efectividad de supuestos mensajes de lo que el pueblo quiere escuchar, confundir liderazgo con caudillismo, promover acciones sin propósito son mecanismos que perpetúan al gobierno en el poder.

Envilecimiento

El socialismo del siglo XXI, como sistema antifrágil [1], aparte de fortalecerse de los mismos males públicos que crea, posee otras ventajas; las fuerzas democráticas al responder en los mismos términos populistas, entran en contradicción con sus propios postulados en relación con las causas de la mala gestión pública. El deseo de resultados inmediatos, hace perder la oportunidad de desarrollar una estrategia propia, también antifrágil. Es fácil para el elector capcioso pensar, ante una propuesta igualmente demagógica: ¿Y cuál es el cambio?. Está fresco el recuerdo pasado de la oferta electoral populista de una tarjeta financiera denominada «La Negra», cuando el Sr Manuel A. Rosales G. fue candidato de la oposición. El populismo envilece, sirve a los demagogos, quienes asumen un comportamiento interesado en el diagnóstico del problema y en el abordaje de soluciones, jugando en favor de sus propios intereses en detrimento de los demás, más cuando el resultado puede significar algún retorno pecuniario, académico o simplemente la captura de una renta, porque se es parte interesada en la fuente del problema o en la solución del mismo.
Sin una propuesta de país (nivel estratégico) con una hoja de ruta (nivel táctico) no es posible oponer algo diferente a lo que existe. Más allá de las importantes contribuciones de Bill Gates, de Steve Jobs, de Warren Edward Buffett, en las organizaciones que condujeron,  fueron las instituciones democráticas las que permitieron que ellos hicieran su trabajo y no que gente como Pablo Escobar, como Hitler o como cualquier otro populista acumulara suficiente poder para causar daños a la humanidad.

El populismo crea su anti fragilidad con un costo muy alto para el país, pues lo que le permite la perpetuidad en el poder, es el reverso de la otra cara de la moneda para las mayorías: la involución y la ruina de un país por muy bien dotado de recursos que sea. El populismo fragiliza al país porque privando aparentemente a la gente de presiones y peligros, al mismo tiempo que se fortalece y perpetua en el poder, la empobrece y esclaviza. La adopción de una estrategia reactiva frente al populismo ha significado muchos retrocesos para la democracia venezolana, las fuerzas democráticas en Venezuela luego de los errores cometidos, ni se auto-analizaron, ni incorporó, de manera positiva, los entuertos cometidos. En lugar de enriquecer su dispositivo estratégico, a partir del error, de buscar una explicación sobre las causas, mostraron incomodidad y actitud defensiva, asumieron el rol clásico de víctima de una conspiración o de una fuerza mayor.

Sensacionalismo

Nuestra energía emocional es sensible ante lo cercano y muy poco ante lo lejano, esta conducta era sensata en los tiempos cuando las amenazas reales eran locales, pero ahora cuando decisiones locales tienen impacto lejano y desde lo lejano hay impactos locales, es un error, estamos en un mundo globalizado. El relato para ser efectivo tiene que abarcar lo local, lo nacional y el mundo. Hay un desprecio hacia lo ausente como manifestación concreta, nuestras reacciones se encuentran bajo los impulsos de lo anecdótico y del sensacionalismo, que se refuerzan mutuamente con unos medios de comunicación en cacería de rating.

Una aproximación mediáticamente subordinada, coloca a la gente en una condición reactiva, frente a un poder que si tiene un dispositivo estratégico, conforme con su visión de perpetuarse en el poder. La tentación mutua entre la gente y los medios, de escuchar, por un lado, lo que se desea y no las verdades amargas, y por otro lado, de ofrecer lo que se quiere escuchar y no la cruda realidad, hace frágil cualquier propuesta. Los comportamientos interesados son ingenuamente optimistas en el caso Venezuela, porque la superación de los males públicos que padecemos pasa por un acuerdo donde se privilegie de manera transparente un proyecto de país y no la promoción de agendas particulares para el aprovechamiento futuro de un mundo supuestamente mejor.

Opacidad versus linealidad cartesiana

Lidiar con el populismo es difícil, es un sistema complejo donde confluyen variados intereses sin posibilidades de aislar relaciones causales, cuando se identifica alguna, fácilmente puede transformar la relación en otra totalmente diferente. La única regularidad que se puede encontrar en el populismo es la extracción de rentas de los demás a través de la demagogia. El razonamiento cartesiano, por definición, excluye lo que se expresa de forma difusa, y dado que la verdad reside en la ambigüedad, se hace inservible para hallar contenidos terminales en las ciencias morales y políticas. La estabilidad que pretende la asfixia regulatoria per se no es buena para la economía: las empresas se debilitan pues la dependencia de prebendas y regulaciones, las hacen ineficientes, la ausencia de contratiempos, errores y aciertos niegan cualquier posibilidad de mejora y las transforma en destructoras de valor social, es la explicación del cómo toda organización nacionalizada al término del tiempo desaparece o se transforma en un crematorio de recursos productivos.

Tareas y desafíos frente los males del populismo y su antifragilidad

La verdadera tarea de gobierno es disponer de contrapesos de poder y de evaluación sistemática previa de impacto de las regulaciones, para determinar cuándo intervenir y cuándo dejar en manos del sistema la auto corrección de sus fallos. Hay que recrear mecanismos que faciliten mayor calidad de información, en lugar de su abundancia, la pertinencia del conocimiento es el factor clave de éxito.

El peor problema del populismo radica en el intercambio maligno de fragilidad y antifragilidad desde la gente hacia los gobernantes, de manera que los gobernantes y sus aliados se quedan con el valor social creado y la gente con las pérdidas sociales causadas. Como el sistema es uno solo con el tiempo la sociedad bajo el populismo se agota y queda en la mayor ruina social jamás vista.

Un circuito antifragil populista: los mercados negros

cadenabach

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[1] Antifragilidad es una categoría desarrollada por el profesor Nassim Taleb, en su libro, Antifragilidad: las cosas que se benefician del desorden. Hace referencia a los sistemas que aumentan en capacidad, resistencia o robustez como consecuencia de errores, defectos, ataques, o fracasos. Como Taleb explica en su libro, la antifragilidad es fundamentalmente diferente de los conceptos de resiliencia (es decir, la capacidad de recuperarse de errores) y la robustez (esto es, la capacidad de resistir el fracaso). El concepto se ha aplicado en el análisis de riesgos. Hay cosas que crecen especialmente cuando se exponen al azar, al riesgo y a la volatilidad (como los emprendedores) y en una sociedad donde creemos que al eliminar el riesgo, también eliminamos esa capacidad de respuesta que es en realidad el núcleo de progreso de cualquier época. Nassim Nicholas Taleb (2012). Antifragile: Things That Gain from Disorder. Random House. ISBN 9781400067824.

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